LITERATURA

 

ASIGNATURA: LITERATURA

DOCENTE: ROSANA OFLAHERTI

DÍAS: MIÉRCOLES de 17 a  19:40 HORAS

 

PROGRAMA

UNIDAD 1:

QUÉ ES LA LITERATURA. LA LITERATURA ARGENTINA Y EL VANGUARDISMO DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. EL “MARTINFIERRISMO”: OLIVERIO GIRONDO. JORGE LUIS BORGES Y SU VISIÓN DEL ULTRAÍSMO. POESÍA.

 

UNIDAD 2: 

FLORIDA Y BOEDO. ANTAGONISMO VERSUS COMPLEMENTACIÓN. EL TANGO COMO MANIFESTACIÓN ESTÉTICA POPULAR. MANZI Y DISCÉPOLO.

 

UNIDAD 3: 

LA NARRATIVA CONTEMPORÁNEA: EL CUENTO. JULIO CORTÁZAR Y LA LITERATURA COMO JUEGO INTELECTUAL. LA VANGUARDIA CHILENA:

 

UNIDAD 4:  

 LA NOVELÍSTICA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: “DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS”. EL CUENTO COMO HERRAMIENTA DEL REALISMO MÁGICO.

 

UNIDAD 5:  

EL TEATRO NACIONAL CONTEMPORÁNEO. SUS CLAVES. AUTORES:   De CECCO – GAMBARO

 

 

NOTA

Los puntos aquí arriba indicados pueden tener leves cambios de acuerdo a las dinámicas de las clases e intereses generales de los alumnos.

 

 

 

Presentación

                         Estimados alumnos como sabrán la presentación de la materia va ser dada de manera escrita, por ahora, por los motivos que todos conocemos, más allá que nos comunicares por vía wapshap, videos si fuera posible y correos electrónicos para tratar de superar las distancias por todos conocidas, que no evitarán que tratemos todos juntos de suplir con las presencias activas como lo hicimos siempre.

 Para los que ya me conocen saben que mi nombre es Rosana, mi apellido Oflaherti, soy la profesora que los va a acompañar nuevamente en este ciclo.

Tuvimos en el año anterior y el otro un recorrido inicial en materia Lengua y Literatura.

En este nuevo encuentro vamos a abrirnos a nuevas universos literarios y posibilidades de transmitir a través de la lectura, la oralidad y escritura nuestros sentimientos, pensamientos y emociones unificadas a nuestra experiencias personales y sociales.

Para comunicarnos de una manera más dinámica, en la misma se sumará material explicativo, actividades para completar, material de lectura, ejercitación etc. dadas con el tiempo necesario tanto para la aplicación de la actividad como para la corrección y devolución de la misma.

Espero acompañarlos nuevamente y que me acompañen en este viaje literario que nos va ayudar a tener mejores vínculos de enseñanza-aprendizaje entre nosotros y las otras materias que complementan su recorrido estudiantil en la sede Hermanos Latinoamericano, en el último esfuerzo que ya les queda del recorrido escolar.

Me alegra compartir nuevamente con ustedes y espero muy pronto tener la oportunidad de encontrarlos en las aulas que ya nos conocen y también nos esperan.

Les deseo un buen inicio para todos.

 

                                                                   Saben que cuentan conmigo, saludos.

                                                                                                                                        Rosana.


Literatura 3 ciclo

 

No podemos referirnos a un concepto único de lo que es literatura.

Un concepto general: Literatura es el grupo de textos que, por sus características comunes, se consideran literarios.

Las obras literarias pertenecen al ámbito del arte, como la escultura, la danza, la pintura, la música, etc. Se consideran obras artísticas porque la intención fundamental del escritor es elaborar un discurso bello, es decir, que sea apreciado estéticamente por el receptor. Toda creación que refleje belleza tiene una intencionalidad estética.

Sin embargo, a través de la literatura, no sólo se encuentra placer estético, sino que, además, podemos descubrir los problemas de una época, la realidad social, política y cultural que caracteriza a un momento histórico, la ideología predominante en una sociedad. También, en las obras literarias aparecen valores, sentimientos, ideas y maneras de captar el mundo y la vida que el lector puede compartir o no, pero que lo llevan a reflexionar sobre temas esenciales del ser humano.

La literatura es aquel arte en el que el instrumento utilizado son las palabras, por ende, se trata de obras artísticas que comunican y se expresan a través de las palabras.

 Se le llama literatura también al conjunto de autores y sus obras que, a través de la historia, han ido aportando obras en las que se expresan vivencias, emociones, conocimientos, ideas, etc.

Al referirnos a la literatura, estamos hablando acerca del arte de escribir junto a las teorías o estudios de dichas obras. Además, es posible hacer usos más específicos de la literatura, como, por ejemplo, al querer referirnos a las obras que se relacionan con un tema en particular o con un período específico de la historia.

El concepto de literatura se encuentra en un continuo evolucionar.

 

 

 

 

 

 

 

 

Martinfierrismo

 

Vanguardia: Ruptura e interacción con lo nuevo.

 

-El Martinfierrismo-

 

El período clásico de las vanguardias se comprende desde la primera guerra mundial hasta la segunda, donde surgieron movimientos como el surrealismo, el cubismo, el dadaísmo y el futurismo entre otros.

 

Este período clásico que definió el tipo de producciones y las modalidades que configuran cierto prototipo de lo que se entiende por vanguardia.

 

Luego hubo nuevas convenciones, cambio de formas y costumbres que tomaron la forma de vanguardia: una revolución superestructural que como momento de transformación propuso cambios estéticos y demás.

 

Así entonces la producción artística surge de ese espacio cultural en cuestión. Y en la Argentina esta ruptura estética se dio en 1924 con la aparición de la Revisa Martín Fierro (bajo la entusiasta dirección de Evar Méndez, quien descubre en los nombres de sus colaboradores a los integrantes de una nueva estética) un proceso que había comenzado con el modernismo, así el artista sale del salón para encontrarse en el café.

 

Entre los renovadores figuran Jorge Luís Borges, Leopoldo Marechal, Horacio Rega Molina, Francisco Luis Bernárdez, Evar Méndez, Eduardo González Lanuza, Conrado Nalé Roxlo, Ricardo Molinari y Carlos Mastronardi. En lugares de especial individualidad, Jacobo Fijman y Juan L. Ortiz. En el plano de la poesía social, Nicolás Olivari y Raúl González Tuñón.

 

La narrativa sigue con variantes muy pronunciadas del realismo, en las obras del mencionado Güiraldes, Roberto Arlt, Julio Fíngerit, Roberto Mariani, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta y Carlos Alberto Leumann. En cambio, toma otros rumbos en los libros de Borges, Eduardo Mallea, Manuel Mujica Láinez, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y José Bianco.

 

El teatro alcanza sus mejores logros con Samuel Eichelbaum y sus perfiles más característicos en los sainetes y grotescos de Armando Discépolo, Carlos Mauricio Pacheco y Francisco Defilippis Novoa.

 

Al terminar la experiencia de las vanguardias, en 1931, se funda la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, que reúne a buena parte de los vanguardistas en una nueva etapa de su evolución hacia un neoclasicismo actualizado.

 

Martín Fierro propuso una ruptura con las instituciones y costumbres del campo intelectual preexistentes. Así que su finalidad es la modificación del campo intelectual y el gusto.

 

Como en los años '20 comienza a plantearse la cuestión nacional entre los intelectuales, el Héroe de José Hernández se encarna en la vanguardia como una “esencia nacional”. Entonces, de esta manera, el argentinismo es el requisito para cumplir con su programa de renovación.

 

La revista mural "Prisma" (1922), y los libros "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía" (1922) de Oliverio Girondo y "Fervor de Buenos Aires" (1923) de Jorge Luis Borges marcan el umbral de una nueva era para la literatura de Buenos Aires.

 

Si bien se trata de obras bien diferenciadas, responden con igual calidad al recambio esperado en el ámbito cultural argentino, como estaba ocurriendo en distintas partes del mundo. Se solicitaba ya dejar atrás ciertas maneras verbales que habían cumplido honrosamente con su época de esplendor y comenzaban a mecanizar la expresión.

En todas partes se respiraba el anhelo de una verdadera transformación de la estética profunda. En Francia, los fantasistas o los creacionistas, como en Alemania los expresionistas, intentan, entre otros, responder a la demanda de una nueva contestación a las realidades de un mundo que cambia con velocidad. En Buenos Aires, serán los temas y la retórica que propongan los integrantes del movimiento martinfierrista el sello local de esos cambios pretendidos, en oposición a las últimas manifestaciones del Modernismo.

El puerto de Buenos Aires recibe, a fines de 1921, a Jorge Luis Borges de su estadía en España, y junto a él, los modos expresivos del movimiento ultraísta. Esta corriente, concebida en aquel país en 1918 bajo la guía de Rafael Cansinos-Asséns, ancla en el ámbito literario cuando Borges, junto a González Lanuza, Guillermo Juan y Francisco Piñero lanza la revista "Prisma" y luego a su sucesora "Proa", la de la primera época. Dos años después, en 1924, surge la segunda temporada de "Proa". Borges la llevará adelante con Ricardo Güiraldes, Rojas Paz y Brandán Caraffa.

 

Por otra parte, los martinfierristas reclamaban ser reconocidos como la “izquierda estética del campo intelectual” y tiene un tema que pauta toda su historia: Beodo.

 

El periódico "Martín Fierro", en un principio colmado de poetas respetuosos de las leyes métricas de las poesías, abre paso a los cultores del verso libre, sin rimas ni medidas. Al ajuste retórico de ayer le sucederá una liberal soltura en la composición, acorde al momento histórico, que las generaciones futuras reciben con agrado. Tanto poetas como lectores acusan en la rima una convención innecesaria a la hora de escribir y leer poemas.

Mientras la adopción del verso libre se señala como un directo rechazo a los placeres auditivos de la rima, se consolida también el ejercicio tenaz de la metáfora, tomado del ultraísmo.

Pero el llevar al extremo que toda línea, todo verso, debe ser una revelación sorpresiva de una inspiración asombrosa cargó demasiado las composiciones de una tensión constante y una vaguedad suprema, sin matices relevantes.

Aun reconociendo estas debilidades, no deja dudas que con el Martinfierrismo surge una manera novedosa de considerar las letras de Buenos Aires. Trae consigo una nueva sensibilidad y propone otras formas para abordar los problemas estéticos de la cultura nacional. Sus integrantes se identificaban, no con una estética común, sino con una voluntad renovadora, una responsabilidad de actualizar nuestras letras y nuestras artes.

Con el tiempo, este fenomenal movimiento dará origen a dos grupos legendarios de la vanguardia de las letras de Buenos Aires: el de Florida y el de Boedo.

 

El compuesto ideológico-estético del martinfierrismo se construye con la novedad como valor, reivindicación de lo argentino y la perspectiva cosmopolita y la oposición a la relación lucro-arte (a pesar que en esta época la revista organizaba promociones de sus libros) o sea, rechazaban el mercado del arte.

 

Martín Fierro aparece con el gobierno de Alvear. Era joven, transgresora, iconoclasta y con un gran sentido del humor, aparecía como una “nueva sensibilidad”. Fue pionera en la defensa del idioma, por ejemplo en la sustitución del “tu” por el “vos”.

 

A fines de 1926, este comité se disuelve, y Evar Méndez vuelve a encontrarse solo frente a la dirección. El periódico dará a luz apenas otros diez números, pues hacia 1927 en su redacción, instalada en un edificio de Florida y Tucumán, se advierte cierta inquietud social. Algunos de los colaboradores (los poetas González Tuñón, Borges, Marechal, Petit de Murat, etc) forman el "Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes", un organismo de vida breve que manifestaba su apoyo al radical Yrigoyen mientras gobernaba Alvear. Evar Méndez no ve con buenos ojos esa expresión de corte político en su publicación cultural. La polémica se enciende y el periódico se extingue dos años y nueve meses antes del golpe militar que derroca al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, en 1930.

 

En un mundo de transformaciones inmediatas de todos los niveles, Buenos Aires aporta al naciente siglo XX el terreno principal donde se apoyarán las grandes manifestaciones literarias desde nuestro país, desde donde las letras nacionales tendrán su despegue como identificación frente a la cultura internacional.

 

Aquel terreno fértil y fundador lo fue el periódico "Martín Fierro", cuna de las grandes expresiones que conformarán la literatura que el mundo conocerá desde Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lluvia

   Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.

     Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados. Otras veces cae con furia, y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.

     De cualquier manera, la lluvia es saludable y triste.

     De cualquier manera, sus tambores acunan nuestras noches y la lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño.

     Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban:

      No habían despertado todavía al amor.

      No sabían nada de nosotros.

      De nuestro secreto.

      Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.

       Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos, todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.

        Te quiero con toda la ternura de la lluvia.

        Te quiero con toda la furia de la lluvia.

        Te quiero con todos los violines de la lluvia.

        Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.

        Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía.

         Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.

         Oh, visitante.

          Ya es seguro que ningún desvío nos separará.

          Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.

          Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada.

           Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.

          Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.

          Oh, visitante.

          Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.

          Estoy tocado de tu destino.

          Al extremo de que nada te pertenece sino yo.

          Al extremo de que nada me pertenece sino tú.

          Sin embargo, yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra esperanza, los humildes barrios de los trabajadores.

            La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Oh, íntima, recóndita alegría.

            Estoy tocado de tu destino.

 Oh, lluvia. ¡Oh, generosa!

 

 

El Poeta que murió al amanecer

 

Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,

murió al fin en la plaza, frente a la inquieta feria.

Velaron el cadáver del dulce vagabundo

dos Musas: la esperanza y la miseria.

 

Fue un poeta completo de su vida y su obra.

Escribió versos casi celestes, casi mágicos,

de invención verdadera,

y como hombre de su tiempo que era,

también ardientes cantos y poemas civiles

de esquina y banderas.

 

Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.

Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.

Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,

los parroquianos del café,

los artistas del circo ambulante,

unos cuantos obreros,

un antiguo editor,

una hermosa mujer,

y mañana, mañana,

florecerá la tierra que caiga sobre él.

 

Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,

un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,

un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,

versos de un ser querido que se fue antes que él,

muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta,

y una antigua fragata dentro de una botella.

 

Los que le vieron dicen que murió como un niño.

Para él fue la muerte como el último asombro.

Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido

y un pájaro en el hombro.

 

Biografía.  Raúl González Tuñón nació en Buenos Aires el 29 de marzo de 1905, y murió en la misma ciudad en 1974.

Fue uno de los más importantes poetas argentinos del siglo XX. “Amigo de las gentes, de las mujeres amantes y del vino, una suerte de François Villon criollo, cantor de las tabernas, las grandes fiestas y duelos e insurrecciones populares”, según lo definió Pedro Orgambide.

En 1922 publica sus primeros poemas en las revistas Caras y Caretas e Inicial. En 1923 participa en la redacción de Proa, la revista que dirige Ricardo Güiraldes, y colabora en el periódico Martín Fierro. Viaja por el interior del país y en 1929 por primera vez a Europa. Dos años después a Brasil, y en 1932 al Chaco paraguayo, en el avión del diario Crítica, como corresponsal de guerra. Vuela a la Patagonia y se instala en Río Gallegos. En 1933 funda la revista Contra. Lo detienen y procesan por ¨incitación a la rebelión¨. En 1934 viaja a España y se radica en Madrid, donde traba amistad con García Lorca, Neruda y Miguel Hernández. En 1935 vuela a Buenos Aires y dos años más tarde está otra vez en España, durante la defensa de Madrid. Vive en Chile. Viaja por Europa, va a la Unión Soviética Con El violín del diablo (1926) y miércoles de ceniza (1928) trae Tuñón a la poesía argentina el desenfado y la picardía de los muchachos de los puertos, de los vagos y mal entretenidos que deambulaban por el viejo Paseo de Julio. Es un reconocimiento apasionado no sólo de la gente sino de los escenarios poco prestigiosos de la ciudad durante los años '20. Es en el puerto, en los suburbios, en el conventillo que encuentra los motivos de sus poemas. Todo es motivo de canto para el poeta que, por encargo de su novia, escribe Poema para la Virgencita del Teatro Cervantes. En este primer período, la poesía de Tuñón une a lo descriptivo la imagen insólita, la pirueta, un pase de prestidigitador. En otros poemas, El séptimo cielo, por ejemplo, utiliza la palabra en función de onomatopeya, de dibujo verbal. Es lo que se advierte también en Poema de la Cenicienta Ciudadana, donde los nombres ingleses de los artistas de cine o de su máquina de escribir, sirven de rima y música interna al poema.

En La Calle del Agujero en la Media (1930) el verso libre, de amplio período, suplanta la cadenciosa, rítmica primera manera del poeta. Ahora, el discurso poético se distiende, se abre para incorporar lo sensorial en infinitos detalles, para registrar pequeñas anécdotas que tienen la brevedad de una instantánea. Este cambio de lenguaje corresponde al cambio de escenario: ya no es Buenos Aires sino París. Como constante, queda su observación de lo cotidiano, su mirar en las vidrieras y en los ojos fraternales: los de un saxofonista, los de un vendedor de globos, los de las chicas del music-hall, los de Blanca Luz que está lejos, los del organista de la iglesia de San Suplicio.

En El otro lado de la Estrella y Todos bailan, poemas de Juancito Caminador, ambos publicados en 1934, Raúl González Tuñón continúa esta segunda manera de su poesía: el verso amplio que llega fundirse con la prosa. De ese tiempo es la serie de Blues y su memorable poema "Lluvia", dedicado a Amparo Mom. Seguro de su oficio, canta ahora no sólo al amor y la vida vagabunda, sino a los hombres dispuestos a una actitud de solidaridad y al combate. Su registro de los años '30: el clima de preguerra europeo, el apogeo del jazz, los gangsters de EE.UU. ("Los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo") preparan ya el advenimiento de la poesía política de González Tuñón.

"Fue el primero que blindó la rosa", dijo Pablo Neruda. En 1936 aparece La rosa blindada. Puede señalarse este momento como el del tercer período poético de González Tuñón. En él se integran y se complementan sus dos maneras anteriores. Fiel al recuerdo de su abuelo Manuel Tuñón (obrero nacido en Mieres que lleva a su nieto a una manifestación socialista), fiel también a la poesía española, a los romances y coplas populares, González Tuñón enriquece la suya tanto en su tema como en su lenguaje. "La Libertaria", "El Tren Blindado de Mieres", "La Copla al Servicio de la Revolución", "Cuidado, que viene el Tercio", "La muerte Derramada", "El Pequeño Cementerio Fusilado" son algunos poemas de aquel tiempo, en los que, a partir de un tema heroico, la poesía se expresa tanto en verso rimado como en largos períodos de verso libre y prosa. En Las puertas de fuego (1923) y La Muerte en Madrid (1939) el mismo tema y procedimiento se reiteran con acierto.

No ocurrió lo mismo en parte de su producción posterior, donde a veces lo contingente, lo aleatorio, el compromiso de circunstancia, restó fuerza a su poesía. No obstante, se advierte en sus últimos poemas un feliz regreso a sus orígenes, al poeta vagabundo, a su admirable Juancito Caminador, aquel que dijo: "Traigo la palabra y el sueño, la realidad y el juego de lo inconsciente, lo cual quiere decir que yo trabajo con toda la realidad."

Además de su labor poética, Raúl González Tuñón escribió varias obras de teatro: El descosido, La cueva caliente y, en colaboración con el poeta Nicolás Olivari, Dan tres vueltas y se van.

 

A continuación, luego de leer atentamente el material anteriormente dado Martinfierrismo.

Responde en su propia carpeta las siguientes preguntas sobre el material dado     y las poesías para responder en el grupo compartido de manera Oral las siguientes consignas.

 

 

1)- Qué interpretación les sugiere el texto leído.  Compártelas en el grupo de wapshap en la siguiente clase para recorrer el período compartiendo tú información y /o consultas sobre lo dado con el resto de los integrantes del grupo.

 

1)- Saquen de cada poema tres o cuatro interpretaciones personales y características de su construcción poética, justifíquenla.

 

2)- Lee atentamente la biografía del autor y resumidamente en sus carpetas marquen los aportes más importantes que dieron sus obras al movimiento, según tu parecer.

 

3)- Busca información sobre uno de los autores mencionados en el texto y comparte en la clase una obra o fragmento de la misma (cuento, poesía etc…)

durante este período. 

 

Importante:  Cada participación y aporte en los grupos de los alumnxs en los próximos encuentros será de validez de corrección de los temas dados (no se toma en cuenta solo dar el presente) de una manera individual activa y en conjunto durante cada clase, hasta que se aclare la entrega específica de ciertos trabajos de manera escrita, por eso la importancia de sus propias carpetas.

La lectura y participación y colaboración activa durante las clases es parte del programa Literatura de tercer ciclo.                   

Saludos.

               Rosana.

 

 Alumno/a:

Fecha: 07 / 09

Literatura – 3º ciclo – FinEs –

 

A)           -Investiga a que se llamó grupo de Beodo y a que se llamó grupo de Florida.

 

Elige uno de sus representantes y comparte un poema, o cuento, o fragmento de un trabajo que haya realizado en ese período, ten en cuenta ¿cuáles eran esas características innovadoras en su obra que lo hacen ser parte de este cambio literario?

 

 

B)           -Investiga qué es el ultraísmo

 

C)          -Busca quien fue Norah Lange

 

D)          -Leer la poesía “Jornada”, de Norah Lange y responde:

 

 

1) ¿Cómo es la rima de estos poemas?

2) ¿Cómo es la métrica de estos poemas?

3) Citar imágenes de la poesía de Lange

6) ¿Aparece en ellos el movimiento? Citar el fragmento del poema.

7) ¿Que sensaciones te provoca la poesía de Lange?

  

 Nota; Realiza el trabajo en tu carpeta para compartirlo con tus compañeros durante la clase.

 

Jornada 

de Norah Lange.


 

 

Aurora

Lámpara enredada

En un camino de horizontes.

Después al mediodía

En el aljibe se suicida el sol.

La tarde hecha jirones

Mendiga estrellas.

Las lejanías reciben al sol

Sobre sus brazos incendiados.

La noche se persigna ante un poniente.

Amanece la angustia de una espera

Y aún no es la hora…

 Aguafuertes porteñas

 

Con este título están recogidas y publicadas algunas de las crónicas escritas por Roberto Arlt para el diario El Mundo entre el 1928 y el 1933. En ellas se mezcla el género periodístico y el folletín, recogiendo lo descriptivo de uno y la concreción del otro. En los Aguafuertes, encontramos al mismo autor inconformista que se reflejaba en sus novelas, aunque con un ánimo más optimista, educativo, moralista:

Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad,
soy un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias busca la verdad.

 

 


El Hombre de la Camiseta Calada



Ilustración: Luis Scafati

Por Roberto Arlt


Yo lo llamaría el Guardián del Umbral. Cierto es que los que se dedican a las ciencias ocultas entienden por Guardián del Umbral a un fantasma recio y terribilísimo que se le aparece en el plano astral al estudiante que quiere conocer los misterios del más allá. Pero mi guardián del umbral tiene otra catadura, otros modales, otro “savoir faire”.

¿Quién no lo ha visto? ¿Cuál es el ciego mortal que no lo ha advertido al guardián del umbral, al hombre de la camiseta calada? ¿Dónde pernocta el ciego mortal que no ha notado todavía al ciudadano que plancha el umbral, para que yo se lo muestre vivo y coleando?

Es uno de los infinitos matices ornamentales de nuestra ciudad; es el hombre de la camiseta calada. Dios hizo a la planchadora, y en cuanto la planchadora salió de entre sus manos divinas con una cesta bajo el brazo, Dios, diligente y sabio, fabricó, a continuación, al guardián del umbral, al hombre de la camiseta calada.

Porque todos los legítimos esposos de las planchadoras usan camisetas caladas. Y no trabajan. Cierto es que buscan trabajo. Y que ellas se acostumbran a que él trabaje en el trabajo de buscar trabajo: pero el caso es este. Usan camiseta calada, y hacen la guardia en el umbral.

¿Quién no lo ha visto pasar?

¿Cuándo aparecerá el Charles Lous Phillie que describa nuestro arrabal tal cual es? ¿Cuándo aparecerá el Quevedo de nuestras costumbres, el Mateo Alemán de nuestra picardía, el Hurtado de Mendoza de nuestra vagancia?

La planchadora se casó con el hombre de la camiseta calada cuando era joven y linda. Labio como flor de granada y trenza abundosa. Bajo el brazo la cesta envuelta en media sábana.

Él también era un guapo mozo. Tocaba la guitarra que era un primor. Vivían en el conventillo. El mozo pensó bien antes de decidirse: La madre de la muchacha tenía el taller. Pensó tan bien que después de un amorío con guitarra y versitos del extinto Picaflor Porteño, “SI MI BOCA FUERA PLUMA Y MI CORAZON TINTERO”.

Se casaron como Dios manda. Hubo baile, felicitaciones, regalos de bazar, y la “vieja” enjugó una lágrima.

Cierto es que el muchacho no es malo, pero le gusta tan poco trabajar... Y las viejas que hacían círculo en torno de la damnificada comentaron:

- ¡Qué se le va a hacer, señora! Los jóvenes de hoy son así...

Y sí, son tan así que, a la semana de haberse casado, el hombre de la camiseta calada empezó a alegar y luego se espetó a la suegra: y la vieja, que se moría por lo del abolengo, porque había sido cocinera de un general de las campañas del desierto, le aceptó, refunfuñando al principio, y así, un día y otro, el hombre de la camiseta calada le fue esquivando el cuerpo al trabajo, y cuando se acordaron madre e hija ya era tarde; él se había apoderado del umbral. ¿Quién lo sacaría de allí?

Había tomado jurídica y prácticamente posesión del umbral. Se había convertido automáticamente en guardián del umbral.

Mañana tras mañana. Crepúsculo tras crepúsculo ¡Qué linda vida la de ese ciudadano!

Se levanta por la mañana tempranita y le ceba un mate a la damnificada, diciéndole: Luego de haber mateado a gusto, y cuando el solicito se levanta, va al almacén de la esquina a tomar una cañita, y de allí tonificado el cuerpo y entonada el alma, toma otros mates, pulula por el taller de lavado y planchado para saludar a las “oficiales”, y más tarde se planta en el umbral.

A la tarde duerme su siestecita, mientras su legítima esposa se desloma en la plancha. Y bien descansado, lustroso, se levanta a las cuatro, toma otros mates y vuelta al umbral a sentarse, a mirar pasar la gente y a darse esos interminables baños de vagancia que lo hacen cada vez más silencioso y filosófico.

Porque el hombre de la camiseta calada es filósofo. Bien lo dice su mujer:

- Tiene una cabeza... pero... – Ese “pero” lo dice todo. Nuestro filosofante es el Sócrates del barrio. Él es el que interviene cuando se producen esos líos descomunales; él es quien consuela al marido burlado, él es quien convence a un calabrés de que no cometa un homicidio complicado con el agravante del filicidio; él es quien, en presencia de una desgracia, exclama siempre patéticamente.

Habla poco y sesudamente. Tiene la sabiduría de la vida y la sapiencia que concede la vagancia contumaz y alevosa, y por eso es en todo barrio, con su camiseta calada y su guardia en el umbral, el matiz más pintoresco de nuestra urbe.

 

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ACTIVIDAD "El hombre de la camiseta calada de Roberto Arlt."

 

1) Porqué lo llamarían El guardián del umbral?.

 

2) _ Quién es el otro personaje que dios creó a su imagen y semejanza? (copia textualmente del texto)

 

3)_ Extrae del texto los nombres que aparecen en otro idioma.

 

4)_ Dónde podemos  situar el relato.

 

5)_ Describe al hombre de la camiseta calada. 6). Qué tinte tiene  y que te pareció el relato compartido.

Comenzamos el nuevo año con un aguafuerte porteño clásico de Roberto Arlt.

Por Roberto Arlt.

El señor Monner Sans, en una entrevista concedida a un repórter de El Mercurio, de Chile, nos alacranea de la siguiente forma:

"En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defien­de a la Academia ni a su gramática. El idioma, en la Argentina, atraviesa por momentos críticos… La moda del gauchesco pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el lunfardo, léxico de origen es­purio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argenti­na. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos".

 

¿Quiere usted dejarse de macanear? ¡Cómo son ustedes los gramáti­cos! Cuando yo he llegado al final de su reportaje, es decir, a esa fraseci­ta: "Felizmente se realiza una obra depuradora en la que se hallan empe­ñados altos valores intelectuales argentinos", me he echado a reír de bue­nísima gana, porque me acordé que a esos “valores” ni la familia los lee, tan aburridores son.

¿Quiere que le diga otra cosa? Tenemos un escritor aquí -no recuerdo el nombre- que escribe en purísimo castellano y para decir que un señor se comió un sandwich, operación sencilla, agradable y nutritiva, tuvo que emplear todas estas palabras: “y llevó a su boca un emparedado de ja­món”. No me haga reír, ¿quiere? Esos valores, a los que usted se refiere, insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz grue­sa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Señores que escriben li­bros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando la dife­rencia que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto. Estos caballeros forman una colección pavorosa de “engrupidos” ¿me per­mite la palabreja?- que cuando se dejan retratar, para aparecer en un diario, tienen el buen cuidado de colocarse al lado de una pila de libros, para que se compruebe de visu que los libros que escribieron suman una altura mayor de la que miden sus cuerpos.

Querido señor Monner Sans: la gramática se parece mucho al bo­xeo. Yo se lo explicaré:

Cuando un señor sin condiciones estudia boxeo, lo único que hace es repetir los golpes que le enseña el profesor. Cuando otro señor estudia boxeo, y tiene condiciones y hace una pelea magnífica, los críticos del pugilismo exclaman: “¡Este hombre saca golpes de todos los ángulos!” Es decir, que, como es inteligente, se le escapa por una tangente a la esco­lástica gramatical del boxeo. De más está decir que éste que se escapa de la gramática del boxeo, con sus golpes de “todos los ángulos”, le rompe el alma al otro, y de allí que ya haga camino esa frase nuestra de “boxeo europeo o de salón”, es decir, un boxeo que sirve perfectamente para ex­hibiciones, pero para pelear no sirve absolutamente nada, al menos fren­te a nuestros muchachos antigramaticalmente boxeadores.

Con los pueblos y el idioma, señor Monner Sans, ocurre lo mismo. Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma, como que, no teniendo ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo europeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista. Eso sí; a mí me parece lógico que ustedes protesten. Tienen derecho a ello, ya que nadie les lleva el apunte, ya que ustedes tienen el tan poco discernimiento peda­gógico de no darse cuenta de que, en el país donde viven, no pueden obli­garnos a decir o escribir: “llevó a su boca un emparedado de jamón”, en vez de decir: “se comió un sandwich”. Yo me jugaría la cabeza que usted, en su vida cotidiana, no dice: “llevó a su boca un emparedado de jamón”, sino que, como todos diría: “se comió un sandwich”. De más está decir que todos sabemos que un sandwich se come con la boca, a menos que el autor de la frase haya descubierto que también se come con las orejas.

Un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia. Nada más. Usted ve lo que pasa con Estados Unidos. Nos mandan sus artículos con leyendas en inglés, y muchos términos ingleses nos son familiares. En el Brasil, muchos términos argentinos (lunfardos) son populares. ¿Por qué? Por prepotencia. Por superioridad.

Last Reason, Félix Lima, Fray Mocho y otros, han influido mucho más sobre nuestro idioma, que todos los macaneos filológicos y gramati­cales de un señor Cejador y Frauca, Benot y toda la pandilla polvorienta y malhumorada de ratones de biblioteca, que lo único que hacen es revolver archivos y escribir memorias, que ni ustedes mismos, gramáticos in­signes, se molestan en leer, porque tan aburridas son.

Este fenómeno nos demuestra hasta la saciedad lo absurdo que es pretender enchalecar en una gramática canónica, las ideas siempre cam­biantes y nuevas de los pueblos. Cuando un malandrín que le va a dar una puñalada en el pecho a un consocio, le dice: “te voy a dar un punta­zo en la persiana”, es mucho más elocuente que si dijera: “voy a ubicar mi daga en su esternón”. Cuando un maleante exclama, al ver entrar a una pandilla de pesquisas: “¡los relojié de abanico!”, es mucho más grá­fico que si dijera: “al socaire examiné a los corchetes”.

Señor Monner Sans: Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresi­va, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aque­llos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, ha­blaríamos todavía el idioma de las cavernas. Su modesto servidor.

 

 

 La ciudad en las aguafuertes porteñas de Roberto Arlt

 

La producción de Roberto Arlt se inscribe y se escribe en una sociedad cuya urbanización proviene, de modo central, de la masa inmigratoria. Desde los inicios de esta década, Buenos Aires comenzó a vivir, como otras ciudades latinoamericanas, una serie de mutaciones: aumentó y se diversificó su población, se multiplicó el tipo de actividades y trabajos, se cambió la estructura social y edilicia y se modificaron las costumbres y modos de pensar de los diferentes grupos sociales (Romero, 2001, p. 247). Esto, en un país que, en la década iniciada bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, empieza a perfilar, con una progresiva gravedad, conflictos socioeconómicos y políticos que terminarán con el golpe de Estado de 1930, punto de inicio de la denominada Década Infame.

 

En este contexto de cambio y crisis debe situarse la escritura de Arlt, quien se incorpora al cuerpo de redactores de El Mundo antes del primer número, que sale el 28 de mayo de 1928. Allí escribirá diariamente una nota periodística cuyo espacio comenzará a llamarse, a partir del 5 de agosto de ese año, «Aguafuertes porteñas», título que variará en lo sucesivo, desde su aparición hasta la muerte del escritor el día 26 de julio de 1942Arlt critica a los escritores argentinos –especialmente a Lugones– que, a diferencia de los escritores del grupo de Boedo, no reparan en «la mugre que hace triste la vida de esta ciudad» (p. 54), la que toma cuerpo en los conventillos «donde, en cuartujos horribles, sobre cuevas de ratas, viven decenas y decenas de familias» (p. 55) de trabajadores. La incomprensible resignación de estos lleva al cronista a preguntarse:

 

¿Cómo es que esta gente puede resistir la vida en estas condiciones? ¿Cómo estas mujeres jóvenes, estos proletarios que no parecen brutos, se resignan a vivir años y años en dieciséis metros cuadrados de piso podrido, con techos donde pululan las pulgas y las arañas, a la sombra de una muralla alquitranada que es cien veces más detestable que la de una fábrica, soportando la convivencia obligada con toda clase de individuos?

 

La extensa pregunta no solo expone una problemática, sino que nos ofrece la descripción de un espacio social y un conjunto de presuposiciones referidas a quienes lo habitan. Arlt no se pregunta por qué existen los conventillos como espacios de precariedad, incomodidad y peligrosidad –aunque reconoce como factor causal la irresponsabilidad política; él se pregunta por el cómo, por el modo en que se vive o sobrevive en «esas viviendas sórdidas donde florece la flor de la miseria».

 

En las Aguafuertes porteñas se establecen correlaciones explícitas entre la ciudad imaginada y la ciudad real al desarrollarse algunas características coyunturales de la Buenos Aires de los años veinte que, por un lado, se advierten como problemáticas, y, por el otro, se problematizan. Los rasgos que la ciudad de Buenos Aires exhibía en la segunda década del siglo xx y que las aguafuertes trabajadas documentan son: la heterogeneidad de la masa poblacional –conformada principalmente por los inmigrantes, las clases populares y la clase media–, las escisiones socioeconómicas intergrupales e intragrupales, el ensanchamiento de los márgenes sociales, el cosmopolitismo, los procesos de modernización y la masificación social


 Leer

Esa mujer - Rodolfo Walsh

 

El coronel elogia mi puntualidad:

—Es puntual como los alemanes —dice.

—O como los ingleses.

El coronel tiene apellido alemán.

Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada.

—He leído sus cosas —propone—. Lo felicito.

Mientras sirve dos grandes vasos de whisky, me va informando, casualmente, que tiene veinte años de servicios de informaciones, que ha estudiado filosofía y letras, que es un curioso del arte. No subraya nada, simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una zona vagamente común.

Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.

El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.

Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.

Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.

El coronel sabe dónde está.

Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.

Él bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.

—Esos papeles —dice.

Lo miro.

—Esa mujer, coronel.

Sonríe.

—Todo se encadena —filosofa.

A un potiche de porcelana de Viena le falta una esquirla en la base. Una lámpara de cristal está rajada. El coronel, con los ojos brumosos y sonriendo, habla de la bomba.

—La pusieron en el palier. Creen que yo tengo la culpa. Si supieran lo que he hecho por ellos, esos roñosos.

—¿Mucho daño? —pregunto. Me importa un carajo.

—Bastante. Mi hija. La he puesto en manos de un psiquiatra. Tiene doce años —dice.

El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.

Entra su mujer, con dos pocillos de café.

—Contale vos, Negra.

Ella se va sin contestar; una mujer alta, orgullosa, con un rictus de neurosis. Su desdén queda flotando como una nubecita.

—La pobre quedó muy afectada —explica el coronel—. Pero a usted no le importa esto.

—¡Cómo no me va a importar!... Oí decir que al capitán N y al mayor X también les ocurrió alguna desgracia después de aquello.

El coronel se ríe.

—La fantasía popular —dice—. Vea cómo trabaja. Pero en el fondo no inventan nada. No hacen más que repetir.

Enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa.

—Cuénteme cualquier chiste —dice.

Pienso. No se me ocurre.

—Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le demostraré que estaba inventado hace veinte años, cincuenta años, un siglo. Que se usó tras la derrota de Sedán, o a propósito de Hindenburg, de Dollfuss, de Badoglio.

—¿Y esto?

—La tumba de Tutankamón —dice el coronel—. Lord Carnavon. Basura.

El coronel se seca la transpiración con la mano gorda y velluda.

—Pero el mayor X tuvo un accidente, mató a su mujer.

—¿Qué más? —dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso.

—Le pegó un tiro una madrugada.

—La confundió con un ladrón —sonríe el coronel . Esas cosas ocurren.

—Pero el capitán N...

—Tuvo un choque de automóvil, que lo tiene cualquiera, y más él, que no ve un caballo ensillado cuando se pone en pedo.

—¿Y usted, coronel?

—Lo mío es distinto —dice—. Me la tienen jurada.

Se para, da una vuelta alrededor de la mesa.

—Creen que yo tengo la culpa. Esos roñosos no saben lo que yo hice por ellos. Pero algún día se va a escribir la historia. A lo mejor la va a escribir usted.

—Me gustaría.

—Y yo voy a quedar limpio, yo voy a quedar bien. No es que me importe quedar bien con esos roñosos, pero sí ante la historia, ¿comprende?

—Ojalá dependa de mí, coronel.

—Anduvieron rondando. Una noche, uno se animó. Dejó la bomba en el palier y salió corriendo.
Mete la mano en una vitrina, saca una figurita de porcelana policromada, una pastora con un cesto de flores.

—Mire.

A la pastora le falta un bracito.

—Derby —dice—. Doscientos años.

La pastora se pierde entre sus dedos repentinamente tiernos. El coronel tiene una mueca de fierro en la cara nocturna, dolorida.

—¿Por qué creen que usted tiene la culpa?

—Porque yo la saqué de donde estaba, eso es cierto, y la llevé donde está ahora, eso también es cierto. Pero ellos no saben lo que querían hacer, esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.

El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.

—Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leído a Hegel.

—¿Qué querían hacer?

—Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote.

—Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir. Habría que romper todo.

—Y orinarle encima.

—Pero sin remordimientos, coronel. Enarbolando alegremente la bomba y la picana. ¡Salud! —digo levantando el vaso.

No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, arrastrándose lejanas como las voces de un sueño. El coronel es apenas la mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa.

—Esa mujer —le oigo murmurar—. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.

El coronel bebe. Es duro.

—Desnuda —dice—. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataúd —el coronel se pasa la mano por la frente—, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...
Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi invisible. Sólo el whisky brilla en su vaso, como un fuego que se apaga despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos.

La puerta del ascensor se ha cerrado en la planta baja, se ha abierto más cerca. El enorme edificio cuchichea, respira, gorgotea con sus cañerías, sus incineradores, sus cocinas, sus chicos, sus televisores, sus sirvientas, Y ahora el coronel se ha parado, empuña una metralleta que no le vi sacar de ninguna parte, y en puntas de pie camina hacia el palier, enciende la luz de golpe, mira el ascético, geométrico, irónico vacío del palier, del ascensor, de la escalera, donde no hay absolutamente nadie y regresa despacio, arrastrando la metralleta.

—Me pareció oír. Esos roñosos no me van a agarrar descuidado, como la vez pasada.

Se sienta, más cerca del ventanal ahora. La metralleta ha desaparecido y el coronel divaga nuevamente sobre aquella gran escena de su vida.

—...se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver, la tocaba, le manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire

—el coronel se mira los nudillos—, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no respetan ni a la muerte. ¿Le molesta la oscuridad?

—No.

—Mejor. Desde aquí puedo ver la calle. Y pensar. Pienso siempre. En la oscuridad se piensa mejor.

Vuelve a servirse un whisky.

—Pero esa mujer estaba desnuda —dice, argumenta contra un invisible contradictor—. Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja y el cinturón franciscano.

Bruscamente se ríe.

—Tuve que pagar la mortaja de mi bolsillo. Mil cuatrocientos pesos. Eso le demuestra, ¿eh? Eso le demuestra.

Repite varias veces "Eso le demuestra", como un juguete mecánico, sin decir qué es lo que eso me demuestra.

—Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos obreros que había por ahí. Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa, qué sé yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente.

—¿Pobre gente?

—Sí, pobre gente —el coronel lucha contra una escurridiza cólera interior—. Yo también soy argentino.

—Yo también, coronel, yo también. Somos todos argentinos.

—Ah, bueno —dice.

—¿La vieron así?

—Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe? Con todo, con todo...

La voz del coronel se pierde en una perspectiva surrealista, esa frasecita cada vez más rémova encuadrada en sus líneas de fuga, y el descenso de la voz manteniendo una divina proporción o qué. Yo también me sirvo un whisky.

—Para mí no es nada —dice el coronel—. Yo estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dese cuenta.

Quiero darme cuenta, sumo mujeres desnudas más hombres muertos, pero el resultado no me da, no me da, no me da... Con un solo movimiento muscular me pongo sobrio, como un perro que se sacude el agua.

—A mí no me podía sorprender. Pero ellos...

—¿Se impresionaron?

—Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: "Maricón, ¿esto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordate de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo." Después me agradeció.

Miró la calle. "Coca" dice el letrero, plata sobre rojo. "Cola" dice el letrero, plata sobre rojo. La pupila inmensa crece, círculo rojo tras concéntrico círculo rojo, invadiendo la noche, la ciudad, el mundo. "Beba".

—Beba —dice el coronel.

Bebo.

—¿Me escucha?

—Lo escucho.

Le cortamos un dedo.

—¿Era necesario?

El coronel es de plata, ahora. Se mira la punta del índice, la demarca con la uña del pulgar y la alza.

—Tantito así. Para identificarla.

—¿No sabían quién era?

Se ríe. La mano se vuelve roja. "Beba".

—Sabíamos, sí. Las cosas tienen que ser legales. Era un acto histórico, ¿comprende?

—Comprendo.

—La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo. Más tarde se lo pegamos.

—¿Y?

—Era ella. Esa mujer era ella.

—¿Muy cambiada?

—No, no, usted no me entiende. Igualita. Parecía que iba a hablar, que iba a... Lo del dedo es para que todo fuera legal. El profesor R. controló todo, hasta le sacó radiografías.

—¿El profesor R.?

—Sí. Eso no lo podía hacer cualquiera. Hacía falta alguien con autoridad científica, moral.

En algún lugar de la casa suena, remota, entrecortada, una campanilla. No veo entrar a la mujer del coronel, pero de pronto esta ahí, su voz amarga, inconquistable.

—¿Enciendo?

—No.

—Teléfono.

—Deciles que no estoy.

Desaparece.

—Es para putearme —explica el coronel—. Me llaman a cualquier hora. A las tres de la madrugada, a las cinco.

—Ganas de joder —digo alegremente.

—Cambié tres veces el número del teléfono. Pero siempre lo averiguan.

—¿Qué le dicen?

—Que a mi hija le agarre la polio. Que me van a cortar los huevos. Basura.

Oigo el hielo en el vaso, como un cencerro lejano.

—Hice una ceremonia, los arengué. Yo respeto las ideas, les dije. Esa mujer hizo mucho por ustedes. Yo la voy a enterrar como cristiana. Pero tienen que ayudarme.

El coronel está de pie y bebe con coraje, con exasperación, con grandes y altas ideas que refluyen sobre él como grandes y altas olas contra un peñasco y lo dejan intocado y seco, recortado y negro, rojo y plata.

—La sacamos en un furgón, la tuve en Viamonte, después en 25 de mayo, siempre cuidándola, protegiéndola, escondiéndola. Me la querían quitar, hacer algo con ella. La tapé con una lona, estaba en mi despacho, sobre un armario, muy alto. Cuando me preguntaban qué era, les decía que era el transmisor de Córdoba, la Voz de la Libertad.

Ya no sé dónde está el coronel. El reflejo plateado lo busca, la pupila roja. Tal vez ha salido. Tal vez ambula entre los muebles. El edificio huele vagamente a sopa en la cocina, colonia en el baño, pañales en la cuna, remedios, cigarrillos, vida, muerte.

—Llueve —dice su voz extraña.

Miro el cielo: el perro Sirio, el cazador Orión.

—Llueve día por medio —dice el coronel—. Día por medio llueve en un jardín donde todo se pudre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano.

Dónde, pienso, dónde.

—¡Está parada! —grita el coronel—. ¡La enterré parada, como Facundo, porque era un macho!

Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le resbalan por la cara.

—No me haga caso —dice, se sienta—. Estoy borracho.

Y largamente llueve en su memoria.

Me paro, le toco el hombro.

—¿Eh? —dice— ¿Eh? —dice.

Y me mira con desconfianza, como un ebrio que se despierta en un tren desconocido.

—¿La sacaron del país?

—Sí.

—¿La sacó usted?

—Sí.

—¿Cuántas personas saben?

—DOS.

—¿El Viejo sabe?

Se ríe.

—Cree que sabe.

—¿Dónde?

No contesta.

—Hay que escribirlo, publicarlo.

—Sí. Algún día.

Parece cansado, remoto.

—¡Ahora! —me exaspero—. ¿No le preocupa la historia? ¡Yo escribo la historia, y usted queda bien, bien para siempre, coronel!

La lengua se le pega al paladar, a los dientes.

—Cuando llegue el momento... usted será el primero...

—No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life. Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera.

Se ríe.

—¿Dónde, coronel, dónde?

Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué hago ahí.

Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación.

—Es mía —dice simplemente—. Esa mujer es mía.

 

CONSIGNAS:

Lee atentamente el siguiente relato-

“Esa mujer” Rodolfo Walsh

a) Buscar la biografía de Rodolfo Walsh

b) ¿Qué es un relato de no ficción?

c) Luego de leer el texto respondan a los siguientes interrogantes:

1. ¿Quiénes son los interlocutores que llevan adelante el diálogo en “Esa mujer”? ¿A qué esfera social pertenece cada uno?

2. ¿Qué es lo que le sucedió a “esa mujer”? ¿Por qué murió? ¿Qué ocurrió con su cuerpo, según el coronel?

3.  A partir de la siguiente cita: “El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga. Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. (…) El coronel sabe dónde está” ¿Cuál es el objetivo que tiene cada uno de los interlocutores? ¿Logran cumplirlo? Extraigan la cita que les permita responder a esta última pregunta.

4. Las descripciones del espacio en la no-ficción como un modo de volver literario un suceso real:

a- ¿En dónde se encuentran el periodista y el coronel? ¿Cómo es ese espacio?

b- Qué intenta transmitir el narrador al mencionar algunos objetos en particular?

c- ¿Hay alguna descripción en el diálogo entre los dos personajes? ¿Quién la enuncia? ¿Qué se describe?

5.  Busquen en el cuento cómo el periodista caracteriza al coronel:

a- ¿Qué partes del cuerpo describe mayormente? ¿Cómo lo hace?

b- ¿Qué acción realiza el coronel varias veces a lo largo del relato? ¿Por qué piensan que el narrador desea representar al coronel de ese modo?

7.      Escojan un momento de tensión en el texto y argumenten por qué lo consideran de este modo.

8.      En la lectura de las obras de Walsh se pueden observar las características propias del relato de la no-ficción, enuncie y explique cuáles en “Esa mujer”

 El tango y su contexto histórico:

Figura del hombre y la mujer en las letras de los tangos

El vertiginoso crecimiento demográfico y de las ciudades a fines del siglo XIX era un dato de la realidad incuestionable en el Río de la Plata. Para que se tenga una idea, en el año 1895 había en Argentina 113 centros urbanos de más de 2000 habitantes, pero en 1914 pasaban de 3.233, y en ellos residía el 53% de la población total. Como la atracción de Buenos Aires se hacía sentir en todo el país. En 1895, por ejemplo, sobre una población de origen argentino (es decir, dejando fuera la población de inmigrantes europeos), de 318.000 habitantes, más de la mitad - 167.000 - eran originarios de las provincias. Por motivos lógicos, los suburbios se convirtieron en “tierra de nadie” (y de todos), donde “cayeron los criollos corridos del campo por la revolución tecnológica del alambrado y la organización capitalista de la estancia”. Si sumamos a este movimiento migratorio la avalancha de españoles, italianos y europeos de otras regiones, que tras el sueño de “hacerse la América” llegaron por estas costas, no resulta muy difícil comprender el nuevo contexto histórico y cultural del tango.

El tango sería un testigo y protagonista central de esta mezcla migratoria. Ya desde finales del siglo XIX, en las músicas de “criollos” que cargaron sus guitarras hasta llegar a la ciudad, se había convertido en una expresión cultural popular de creciente dinamismo No obstante, su riqueza musical, sus letras o poética han permitido, con claridad, entender las vivencias de aquellos hombres y mujeres que experimentaron transformaciones significativas en la sociedad y la economía de la región rioplatense. Entre ellas, la transición de un código de valores arraigados en el mundo rural hacia uno que se nutría de los valores cosmopolitas y urbanos de los grandes centros del mundo, principalmente París. También, la transición hacia una nueva matriz económica emergente, asentada en el industrialismo, la burocracia estatal y el libre comercio. Así, serán los frigoríficos de las periferias de Montevideo y Buenos Aires los receptáculos de una nueva mano de obra industrial, y cuyo devenir cultural tuvo en sus raíces al propio tango como su expresión más generalizada. El tango se haría eco también entre aquellos y aquellas desplazadas hacia el inevitable desempleo y la informalidad laboral, conviviendo con frustraciones personales y relaciones sociales que giraban, en ocasiones, en torno a la ilegalidad del delito.

Es por esto que el tango no iba a acompañar, tan dócilmente, estas transformaciones sociales y económicas. En la diáspora europea, en el criollo urbanizado y en la “nueva marginalidad” dará continuidad su lenguaje “arrabalero”, desafiador y crítico. No puede dejar de destacarse el poderoso acto creador que el tango significó, el poderoso acto creador de ese mundo marginado y desposeído que rodeaba el nuevo “puritanismo” de las ciudades rioplatenses. La modernización económica y social no solo supondría “mayor elevación intelectual, más dinero, más goces, menos deberes familiares y religiosos (como) consecuencias sociales del progreso de nuestros días”. También había dado vida a una serie de metáforas sobre la vida de muchos hombres y mujeres, bajo una modernización que contaría con 30.000 desocupados en la Buenos Aires de 1932, 489 suicidas en 1933 y con casi 11.000 máquinas de coser empeñadas en 1935, lo que traslucía el endeudamiento de parte significativa de la población. Como dice Tabaré, el “tango no pudo evitar esta atmósfera irrespirable y abandonó sus varones melancólicos delante del espejo, las damas con tocado lujoso y sonrisa prostibularia, para registrar en innumerables títulos la ardida realidad, un mundo mucho más negro que el que lo había engendrado y donde, por lo menos, los hombres se sentían capaces de matar a la mujer infiel o al amigo traidor porque todavía creían en el amor o en la amistad”. En tal contexto, había sido muy común leer en los titulares de los diarios el auge del “gangsterismo” y los crímenes de la mafia, los negociados y fraudes. La violencia había adquirido otras dimensiones. Mientras tanto, en los barrios, en los “conventillos” montevideanos y “villas” bonaerenses, habitaban quienes se “escucharían a sí mismos” en la voz de Carlos Gardel. Comprender la poética del tango significa asumirlo como una expresión urbana que atestiguaba un proceso modernizador avasallante, concomitante con estructuras urbanas que se iban modificando y ampliando, transformando en espacios “disciplinados” aquellos que anteriormente se asociaban a la vagancia, el juego, los terrenos baldíos y la “mala vida”. Pero más allá de este “funcionamiento racional” del mundo, de los “compromisos que debían asumirse”, el tango ofrecía “un instante que emerge aislado, sin antes ni después, contra el olvido”, diría Jorge Luis Borges. En imaginadas palabras de Max Weber, el tango parecía surgir como una crítica al “parcelamiento del alma”, al dominio supremo de la forma “burocrática de vida”.

Hacia el año 1880, se produciría la estructuración de Buenos Aires en una gran urbe portuaria, capital comercial de Argentina. Lentamente iría adquiriendo los rasgos típicos de una ciudad cosmopolita, burocrática, administrativa y agitada. De acuerdo a los nuevos tiempos, la división internacional del trabajo había generado, también aquí, la “mala vida”, la marginación de algunos, la imposibilidad del acceso a las “luces del centro”.

En este complejo contexto, las figuras de la mujer se alternaban, en la poética del tango, tal cual las nuevas exigencias del mundo del trabajo, de las nuevas relaciones afectivas oriundas de los mismos procesos de modernización y cambios en los valores, bien como de nuevas maneras de adquirir voz y protagonismo en torno a las demandas de género y el feminismo de inicios del siglo XX. Por ejemplo, ya durante sus primeras décadas se registraron algunas modificaciones políticas y sociales muy importantes para la mujer, tal como lo destacaría: “fueron años en los que se dio un avance de la mujer sobre espacios y campos sociales de los que estaba excluida”. La mujer, específicamente la trabajadora, empezaría a constituirse en un nuevo sujeto social, con una discursividad particular, produciendo grandes cambios en su propia concepción en el nuevo contexto. Ingresando en la dinámica de la producción capitalista, las mujeres empezaron a trabajar como costureras, maestras, empleadas fabriles, de frigoríficos, así como a hacerse visibles en el ambiente de la cultura y las artes. Además del ingreso al mundo del trabajo, se añadió aquellas actividades desarrolladas en los llamados “cabarets del centro”, implicando el desplazamiento hacia estos lugares, muchas veces distantes de sus espacios de residencia. Son épocas en que se asiste, también, al auge del socialismo y el sindicalismo obrero, que en muchas mujeres se mezclarían con las primeras premisas que desde el feminismo proponen ampliar el cuestionamiento de las heredadas relaciones sociales patriarcales. Importante también, será el auge de los debates en torno al sufragio femenino y su participación en la vida pública y política, en torno a los derechos civiles y al divorcio. Quedaría así diseñada la imagen de una mujer que al ingresar en el mundo del trabajo e incidir en los debates políticos públicos no iría a poder seguir cumpliendo su antigua “función social”: la de ser el sostén afectivo de la familia a partir de su condición de madre. El tango, así, será testigo de estos cambios en las figuras de la mujer, además de ser un protagonista central en el establecimiento de nuevos padrones culturales que envolvían el binomio hombre-mujer.

 

Los orígenes del tango

La poética del tango puede ser dividida en dos etapas: la de sus inicios, en las últimas décadas del siglo XIX e inicios del XX, y una segunda etapa, a partir de los años 1920. En su primera etapa, surgía un tango con claras aversiones a las clases sociales dominantes, inclusive con una retórica que no ocultaba el “doble sentido” en las bromas de connotación sexual, en claro desafío a los padrones morales que se imponían en la época. La “élite” cultural aprendió a rechazarlo y despreciarlo, reducirlo a los círculos sociales directamente pertenecientes a las periferias urbanas, habitadas por inmigrantes, desocupados o trabajadores de las industrias. Por ejemplo, se atribuía al tango una “naturaleza primaria” que iría preocupar a muchos intelectuales y políticos, como al propio escritor y político argentino, Leopoldo Lugones, al definirlo como un “reptil de lupanar”. Se decía que “Buenos Aires es la capital internacional de la prostitución, y el tango, ese hijo de bastardo criollo y extranjero, se concibe en la cama de un burdel”.

En sus comienzos, el tango carecía de una poética plenamente desarrollada; sin embargo “los testimonios hablan de simples estribillos improvisados en los almacenes, perigundines o lenocinios [...], eran divertidos, desafiantes o abiertamente procaces”..

A partir de la segunda década del siglo XX, con el comienzo del llamado “Tango canción” con Pascual Contursi y su crucial obra, Mi noche triste, de 1917, el tango comienza a expandirse, finalmente, por los “salones” de la ciudad; proceso que condujo al cambio en su poética, estableciendo una ética y estética particular.

 Su éxito en París, con lo cual “el tabú, y su aprobación por la aristocrática sociedad argentina, requerían del tango un modo de expresión “civilizado”, y que al bailarlo se suprimiera su “erótica escandalosa”. Así, el tango se volvería prudente y grave, evitando ofender los oídos de la nueva sociedad: “El tango ahora canta la monogamia de las pasiones, que es más un ideal de corte moral que de efecto natural de los instintos” y la mujer, desde aquel entonces, parecía estar al servicio de una figura masculina ávida por consejos, como causa de su tristeza, o para despertarle cierta compasión o reproche. En este contexto, se inicia una poética que se mantendría viva hasta los años 1950, relatando aventuras y desavenencias de sus hombres y mujeres. Sería un tango que, fundamentalmente, expresa la dualidad de su presente, de temporalidades y valores que entrarían en conflicto, y que muchas veces pretendían resolver dilemas cotidianos. El tango se presentaba como una “frontera” entre una realidad pre-moderna y crecientemente modernizada en sus valores. Es que el hombre de “Corrientes y Esmeralda era un fantasma en compañía, una boca que se negaba a hablar y masticaba en silencio con ironías, un romántico de corazón que se escapaba de sí mismo por el alcohol o la amistad, que se cerraba en él, tan de espaldas a la vida como el ataúd, practicando una rara forma de suicidio: la de seguir viviendo”

Las mujeres del tango

Si bien es cierto que la mayoría de las letras de tango proceden de hombres, éstas han situado diversas figuras de la mujer como narradoras. Muchas de esas letras contienen una profunda carga simbólica y reflejan de forma evidente el rol que ocupaba la mujer en la sociedad. Estas figuras transitan entre la mujer que se ama, que abandona al hombre o es abandonada, que tristemente murió o desapareció, que intentó “escalar en la vida”, que traicionó o fue herida por los avatares de la vida. Estas figuras, entre otras, se sucederán a partir de los años 1920 con denodada dedicación por parte de letristas ávidos de describir su ambiente y cotidianeidad.

Tal cual afirma, en la poética del tango de los años 1920, los prejuicios machistas y los valores de la época diseñaban figuras de la mujer muy poco alentadoras sobre su situación iba a distinguir, especialmente, tres clases de mujeres emanadas de sus letras: la madre, la novia y la “milonguera”, figuras que podían desdoblarse en otras análogas, como la de “amante”, “infiel” o la de “mujer pura”. Considerando la figura de una mujer que es “madre” y “cura las heridas”, la de una “mujer abnegada” y cuidadosa, el tango expresa dos de sus mayores preocupaciones: el paso del tiempo y el “retorno al hogar”. El máximo de la pureza y del “bien” es representado en la figura de la madre, una imagen que se encontraría “fuera del tiempo” y totalmente despojada de cualquier connotación sexual. Concomitante a esto, la figura paterna sería prácticamente ausente, pudiéndose comprender su escaso peso como eventual metáfora en la poética del tango y los temas de preocupación de sus protagonistas. Un tango clásico y referencia citada sobre la figura materna es El penado catorce, letra de 1930 de autoría de Carlos Pesce. El protagonista, un condenado a muerte cuyos pensamientos atormentan sobre su fatal destino, deja una carta “con frases tan dolientes, que un viejo presidiario al leerla conmovió, […] en la carta decía”:

 

Ruego al juez de turno,

que traigan a mi madre,

le pido por favor,

pues antes de morirme

quisiera darle un beso

en la arrugada frente

de mi primer amor.

Y en la celda sombría

del lejano presidio

su vida miserable

el penado entregó...

El último recuerdo,

el nombre de la madre,

y su acento tan triste

el viento lo llevó...

(El penado catorce, 1930, de Carlos Pesce)

 

Siguiendo la figura de la mujer que es madre en el tango asume “la encarnación humana de la Virgen María, que concibe sin pecado, que nada sabe de la maldad del mundo, pero que es capaz de entender y perdonar el mayor de los excesos”. Era además la mujer que siempre estaba allí como un refugio al que el hombre podía regresar sin ningún miedo:

Yo viví, desorientado,

yo soñé no sé qué mundo,

yo me hundí en el mar profundo

con delirante afán de loca juventud.

Me atraían los placeres,

un abismo las mujeres.

Ya sin madre ni deberes

sin amor ni gratitud.

Madre...

Las tristezas me abatían

y lloraba sin tu amor.

Cuando en la noche me hundía

de mi profundo dolor.

Madre...

No hay cariño más sublime

ni más santo para mí;

los desengaños redimen

y a los recuerdos del alma volví.

Yo maté mis ilusiones,

yo amargué mi propia vida,

yo sentí en la alma herida

el dardo del dolor que el vicio me dejó.

Desde entonces penas lloro

y sólo el cariño imploro

de mi madre a quien adoro

y mis desvíos sintió

(Madre, 1922, de Verminio Servetto).

 

En este tango, por ejemplo, se describe la confesión de un narrador masculino abandonado por su novia, expresando su propio dolor provocado por tal fatalidad. Sin consuelo y solo, decide emborracharse para olvidar el amor perdido:

Percanta que me amuraste

en lo mejor de mi vida

dejándome el alma herida

y espinas en el corazón,

sabiendo que te quería,

que vos eras mi alegría

y mi sueño abrasador

para mí ya no hay consuelo

y por eso me encurdelo

pa' olvidarme de tu amor.

 

En el mismo tango aparecen, también, algunos versos que aluden al hogar, al espacio “encantado” de orden afectivo, a una cotidianeidad que al ser evocada no esconde ciertas reminiscencias del “hogar materno”. La figura de la mujer-madre y la novia parecerían entremezclarse y confundirse, cuando el narrador manifiesta un ideal romántico en el que predomina la ternura:

Cuando voy a mi cotorro

y lo veo desarreglado,

todo triste abandonado,

me dan ganas de llorar;

[...]

Siempre llevo bizcochitos

pa' tomar con matecitos

como cuando estabas vos,

[...]

Ya no hay en el bulín

aquellos lindos frasquitos

adornados con moñitos

(Mi noche triste, 1917, Pascual Contursi)

Ciertamente, este tipo de figura de la mujer-novia creada por las letras de los tangos era para el hombre, “una mezcla de debilidad y fortaleza”. No así, algunas letras también explorarían una suerte de inversión de papeles. El papel del hombre que llora por el abandono de una mujer, inculpándola, pasaría a ser sustituido por el de una mujer, igualmente abandonada. No obstante, cuando ella se apropia del discurso e increpa al hombre, por el abandono, generalmente no se la observa frágil o adepta a la lamentación, sino que asume una narrativa que potencializa su papel de mujer, reprendiéndolo, desacreditándolo o ridiculizándolo, tal cual, por ejemplo, en el tango Qué querés con ese loro:

¡Y me has cambiao,

gran desgraciao,

por ese escuálido loro!

Te has agenciao

un bacalao

con un perfil de llobaca...

Ya te has armao...

Tené cuidao

y escabullí tu tesoro,

ique es tan fiera, huesuda y fulera,

la ve la perrera y… adiós!

(Qué querés con ese loro, 1929, de Manuel Romero)

La figura de la mujer que ha sido abandonada se comporta diferente a aquellos hombres de igual destino. Por un lado, sustenta una crítica a su acción materializando una estrategia ridiculizadora de la “otra mujer”, acusada de ser la fuente del abandono y la separación. Así, no deja de ser “moralista” su posición crítica, y que inclusive parecería hacer uso de valores internalizados por el patriarcalismo y el “machismo” como estrategia para su narrativa acusatoria. Pero, por otro lado, y lo que más llamaría la atención, tal cual menciona, si en la poética del tango los hombres abandonados eran unos “llorones”, en las mujeres parecían presentarse actitudes enérgicas y posturas de afirmación personal, inaugurando la posibilidad de “seguir la vida” a pesar del infortunio. Como ejemplo se pueden citar los tangos: Caferata (1926) de Pascual Contursi, Andate con la otra (1928) de Enrique Dizeo, Maula (1927) de Victor Soliño, y Lloró como una mujer (1929) de Celedonio Flores.

La tercera figura de la mujer había sido ya representada en las primeras letras de tango, y suele ser retratada por un narrador masculino que habla en segunda persona al dirigirse a ella: se trata de la “milonguera” o “milonguita”. La “milonguita era el término habitual con el que se designaba a las prostitutas jóvenes, diminutivo de “milonguera”, que era la mujer contratada para bailar en sitios públicos. De esta forma, la novia y la milonguera serían opuestos complementarios, representando el bien y el mal, el espíritu y la carne, el control y la tentación, la familia y el cabaret. La figura de la milonguera, por ejemplo, tiene una sexualidad, mientras que la novia tiene, parecida a la madre, pureza y es de corazón ingenuo.

La milonguera no sería otra que la “muchacha del barrio” que realiza un viaje del barrio al centro, seducida por “las luces de la ciudad”, por la ocasión de mejorar su estatus, de mejorar su vida material y social. Su finalidad era trabajar como bailarina o camarera en un establecimiento nocturno como el cabaret, llegando a veces a ejercer la propia prostitución. Esta figura sería el prototipo de la “mujer caída” y es construida a través de una serie de códigos simbólicos propios que atestiguarían su eventual cambio de identidad. Cambia, por ejemplo, el percal por la seda, se corta y se tiñe el pelo, adopta una conducta afrancesada. Muchas letras hablarán de su trayectoria individual en tono de condena, queja o castigo, anticipando un final trágico para sus aventuras. Era el precio que debían pagar por su autonomía y deseo de construcción subjetiva de su carácter femenino, ya que habían desafiado el lugar que la realidad les habría adjudicado: como “soberana del hogar”, honrada y “pura” (que significaba adherir a la cultura patriarcal de la época). Tangos como Margot (1921) de Celedonio Flores, Muñeca Brava (1929) de Enrique Cadícamo y Flor de Fango (1919) de Pascual Contursi, pueden considerarse como tangos paradigmáticos de esta figura de la mujer: ambiciosa, independiente, que buscaba ascensión social y que elegiría una vida que dejaba atrás el barrio (el punto de partida), el novio (el futuro previsible) y la madre (su único dolor). La voz masculina iría reprochar y criticar la elección de vida de estas jóvenes mujeres; un desafío constante y, paradójicamente, una figura de la mujer más deseada. No faltaron, así, letras que les advertirían terribles premoniciones, como la de un futuro desgraciado y solitario, carente de “amor verdadero” y refugio de afectividad.

 El tango Muñeca Brava (1929) de Enrique Cadícamo, una verdadera joya de la poética tanguera, es un claro ejemplo de eso:

 

Cuando llegués

al final de tu carrera,

tus primaveras

verás languidecer

(Muñeca Brava, 1929, de Enrique Cadícamo)

La milonguera sería el resultado de una especie de transición de identidad de la “muchacha sencilla e inocente” hacia una mujer convertida en una “flor de noche y de placer, flor de lujo y cabaret”, como revelan los versos de Milonguita (1920) de Samuel Linning:

¿Te acordás, Milonguita? Vos eras

la pebeta más linda 'e Chiclana;

la pollera cortona y las trenzas,

y en las trenzas un beso de sol.

Y en aquellas noches de verano,

¿qué soñaba tu almita, mujer,

al oír en la esquina algún tango

chamayarte bajito de amor?

Estercita,

hoy te llaman Milonguita,

flor de noche y de placer,

flor de lujo y cabaret.

Milonguita,

los hombres te han hecho mal

y hoy darías toda tu alma

por vestirte de percal.

 

No obstante, la milonguera no sería, únicamente, retratada a través de una voz masculina, sino que en algunos tangos será ella misma la que construirá su propia narrativa cantará:

Hoy bailo el tango, soy milonguera

me llaman loca y ¿qué se yo?...

Soy flor de fango, una cualquiera

culpa del hombre que me engañó...

Entre las luces de mil colores

y la alegría del cabaret,

vendo caricias y vendo amores

para olvidar a aquel que se fue...

(De mi barrio, 1923, de Roberto Goyheneche)

 

Por lo que hemos visto, en la poética del tango es posible encontrarse una diversidad de temáticas que abordan la simbiosis amor-dolor. A partir de relaciones amorosas frustradas o incompletas, aparecen mujeres que se atrevían a dejar atrás su vida “decente” en sus barrios, dejar su familia, sus amistades, para “escalar en la vida”. Por otro lado, mujeres-madres representarían una idealización de la mujer “pura”, mientras la novia sería una figura de la mujer de ambiguo desenlace, como abandonada o como aquella que abandona al hombre.

Visiblemente, el patriarcado, como institución que elabora un orden de comportamiento y virtudes entre los géneros, estaba presente en la poética del tango. No obstante, la creciente presencia de la mujer en el ámbito social y económico, en la cultura y las artes, se vio reflejada en ese mismo tango que pretendía adjudicarle una posición subalterna.

La madre, la novia y la milonguera, como figuras típicas, rechazarían, desde sus lugares de narración, la desvalorización de lo femenino y la supervaloración de lo masculino, división de un mundo que, crecientemente, se resquebrajaba ante las luces de la vida urbana. En sus narrativas, ciertamente, las figuras de la mujer aparecen como siendo lo que los hombres quieren (y esperan) que sean, y al hacerlo, realizan, paradójicamente, una inversión de las situaciones: reflejan los “deseos y desilusiones” de los hombres, y no la realidad de las mujeres. Por esto, si el tango resulta en una voz masculina de privilegios, su narrativa está impregnada de “esencias” acerca de las definiciones sobre el hombre y la mujer.

Por último, la figura de la mujer milonguera existe en el formato del misterio, ya que siempre se mantiene como una desconocida, en el ámbito de la seducción y el hedonismo. No existe manera de negarle, a la poética del tango, cierto carácter “machista”, en un contexto histórico particular. No obstante, las figuras de la mujer no parecen adjudicarse un carácter meramente pasivo. La mujer es protagonista central en el tango, ya que, sin ella, patriarcalismo mediante, no es posible comprender el nacimiento, desarrollo y contradicciones de la modernidad en el Río de la Plata.

 

1)-Leer el texto y extrae del mismo los hechos que son relevantes, resume las ideas principales para compartirlas en clase.

2)- ¿Qué relación tiene con todos los temas vistos hasta ahora?

IMPORTANTE: Para leer el texto Juguete Rabioso hacer link sobre el nombre que aparece abajo en rojo.


Camino

Un cigarro vacío

A lo largo del camino
He deshojado mis dedos

Y jamás mirar atrás

Mi cabellera
Y el humo de esta pipa

Aquella luz me conducía
Todos los pájaros sin alas
En mis hombros cantaron

Pero mi corazón fatigado
Murió en el último nido

Llueve sobre el camino
Y voy buscando el sitio
donde mis lágrimas han caído

VICENTE HUIDOBRO






 

ACTIVIDAD.

1) Buscar una poesía y Biografía de Huidobro.

2) Qué es el  Creacionismo.

3) Y de acuerdo a la imagen que elijan realizar una poesía con verso libre, temas tratados en la clase la vanguardia, que vimos en diferentes temas, Aguafuertes Artl. Poesías de  Gonzalez Tunón. Oliverio Girondo. Tangos u otros autores del período vanguardista. El nuevo papel de mujer etc. Y con estas imágenes inventa tu propio poema.


“Instrucciones para subir una escalera” - Julio Cortázar

 

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

 

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño con lo cuál en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.)

 

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

  

“Instrucciones para llorar” - Julio Cortázar

 

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

 

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

 

Llegado de llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración del llanto, tres minutos.

 

Actividades - 10/11

 

1)      Los dos textos leídos pertenecen al libro Historias de cronopios y de famas. Averigüá sobre él:

¿quiénes son los cronopios y las famas que menciona el título?

2)      Buscá la biografía de Julio Cortázar.

3)      ¿Dirías que estos textos son absurdos? ¿Por qué?

4)      Buscá información sobre el boom latinoamericano y sus principales referentes.


CONTINUIDAD DE LOS PARQUES 

JULIO CORTÁZAR

  

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.


Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.


 


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