Lengua y literatura 2ª ciclo
Retomemos un poco
Clase 1 y 2
11/05/2020
Presentación
y Expectativas
Presentación de la Materia.
¿Qué
es la lengua?
La lengua es un sistema
de signos, es un código compartido que les permite a los hablantes de una
comunidad asociar determinadas ideas con ciertos sonidos. Cuando las personas
hablan, producen enunciados, que son las unidades reales y concretas de la
comunicación humana O sea, el uso de la
lengua se lleva a cabo en forma de enunciados, tanto orales como escritos.
No hablamos del
mismo modo con todas las personas y en las diferentes situaciones
comunicativas, es así que adecuamos el registro a la circunstancia comunicativa.
¿Qué es la literatura?
No podemos
referirnos a un concepto único de lo que es literatura.
Un concepto
general: Literatura es el grupo de textos que, por sus características comunes,
se consideran literarios.
Las obras
literarias pertenecen al ámbito del arte, como la escultura, la danza, la
pintura, la música, etc. Se consideran obras artísticas porque la intención
fundamental del escritor es elaborar un discurso bello, es decir, que sea
apreciado estéticamente por el receptor.
Sin embargo, a través
de la literatura, no sólo se encuentra placer estético, sino que, además,
podemos descubrir los problemas de una época, la realidad social, política y
cultural que caracteriza a un momento histórico, la ideología predominante en
una sociedad. También, en las obras literarias aparecen valores, sentimientos,
ideas y maneras de captar el mundo y la vida que el lector puede compartir o
no, pero que lo llevan a reflexionar sobre temas esenciales del ser humano.
La literatura es
aquel arte en el que el instrumento utilizado son las palabras, por ende, se
trata de obras artísticas que comunican y se expresan a través de las palabras.
Se le llama
literatura también al conjunto de autores y sus obras que, a través de la
historia, han ido aportando obras en las que se expresan vivencias, emociones,
conocimientos, ideas, etc.
Al referirnos a la
literatura, estamos hablando acerca del arte de escribir junto a las teorías o
estudios de dichas obras. Además es posible hacer usos más específicos de la
literatura, como por ejemplo, al querer referirnos a las obras que se
relacionan con un tema en particular o con un período específico de la
historia.
El concepto de
literatura se encuentra en un continuo evolucionar.
Presentación del alumnx
´Éste punto es específicamente para que
puedan completar los alumxs que son nuevos en segundo ciclo y para que nos conozcamos mejor.
- Nombre, edad, dónde viven, con
quién o quiénes,
- ¿Por qué se inscribieron en el
Fines?
- ¿Qué esperan de esta etapa?
Nos comunicamos
El mensaje
Según en qué situación se produzca la comunicación, entre quienes, para que, con que código, el mensaje tendrá distintas características, por ejemplo, los saberes, la personalidad de cada participante y la relación que haya entre ellos dejaran marcas en el mensaje.
La intencionalidad porque está constituido para un determinado fin, según qué efecto busquen, los mensajes presentan distintas intencionalidades. Tienen intencionalidad informativa, los que brindan datos al destinatario, como las noticias, o los que pretenden enseñar, persuasiva, los que intentan convencerlo de algo como las publicidades.
La intencionalidad es prescriptiva cuando se pretende prescribirlos comportamientos, como las leyes, las recetas, los reglamentos. Cuando el mensaje pretende conmovernos, la intencionalidad es emotivo expresiva. Y es estética o artística la de aquellos mensajes que proponen el contacto con el destinatario a través del placer estético, derivado del uso creativo y sugerente del lenguaje.
Eso sucede en los textos literarios (cuentos, novelas, poemas)
Los que ofrecen un juego con el lenguaje. El propósito del chiste por ejemplo es producir la risa o la sonrisa reflexiva del receptor, la intencionalidad básica es estético artístico
Desde el punto de vista del estudio de la
comunicación, el cuento es un
mensaje. Aclaremos que no decimos mensaje en el sentido de lo que el texto nos
deja o nos da a entender, como algo oculto. Mensaje es el texto mismo visto
como una construcción de sentidos que alguien produce para otros, a partir del
uso de un sistema de signos o códigos, con una intencionalidad y una trama.
¿Cómo nos comunicamos hasta ahora?
·
En las clases anteriores
los alumnos de segundo ciclo respondieron las preguntas enviadas del primer trabajo enviado sobre
el cuento ” La parábola del trueque” de
Juan José Arreola
·
Compartieron sus respuestas
en el blogs y de manera interactiva a través del grupo de
wapshap. y otras preguntas surgieron a medida que avanzaba la exposición del
cuento
·
Durante las clases interactivas: se profundizó e interpretó el cuento:
1)- Surgieron los diferentes temas que trata el
mismo: amor, odio, fidelidad, apariencia,
superficialidad, egoísmo, celos, etc, etc,
2)- Personajes
que aparecen en el relato.
3)- Ambientes que se describe.
4) - Temas en relación con la actualidad.
5)- Se cerró la clase con la opinión personal
sobre el cuento
ATENCION: los alumnos que no
estuvieron respondan las preguntas de la
clase anterior y, toda tarea de la
materia transcríbanla también en una
carpeta de lengua y literatura,
AHORA se propone seguir un poco con la lectura de la biografía de Juan José Arreola el autor del
cuento que ya hemos leído
Biografía
de Juan José Arreola
El notable escritor, académico y editor Juan
José Arreola Zuñiga, nació el 21 de septiembre de 1918. En la actual Ciudad
Guzmán, antigua Zapotlán el Grande, Estado de Jalisco, México. Su padre Felipe
Arreola y su madre Victoria Zúñiga. Es el cuarto de catorce hijos de la pareja.
Cursó sus estudios desde los tres años de edad
en el Colegio de San Francisco, en el Estado de Jalisco
Para el año 1930, Juan José Arreola entra al
mundo laboral, junto a un familiar lejano de nombre José María Silva, desempeñó
el cargo de encuadernador. Trabaja en la imprenta de Chepo Gutierrez
En la edad de 15 años, ha realizado lecturas de
autores notables. Algunos de ellos, Papini (escritor italiano). Baudelaire
(poeta, ensayista, crítico y traductor francés). Schwob (escritor de ensayos y
relatos, traductor y crítico literario judío francés). Y Whitman (poeta,
periodista, ensayista, humanista y enfermero voluntario estadounidense.
Realizó diversos viajes a la ciudad de México.
Durante los mismos padeció una congestión alimenticia e infección intestina.
Ese mismo año, Juan José Arreola se trasladó a
Guadalajara. Su primo Enrique le recomienda entrevistarse con Jorge Dipp,
director del Periódico El Occidental.
Contribuye en la publicación de la revista Pan
de Guadalajara junto al escritor, guionista y fotógrafo mexicano Juan Rulfo. Y
con el escritor, filólogo, novelista, traductor y crítico literario Antonio
Alatorre Vergara.
Juan José Arreola fallece el 3 de diciembre del
2001 en Guadalajara, México.
Dada la biografía de Juan José Arreola
a) –Define ¿qué es una biografía?
b) – Realiza un resumen de la biografía de Juan
José Arreola tomando las partes más importantes
de la misma..
c)- A
continuación lee el siguiente texto
y reflexiona sobre el mismo, para luego
conversarlo en el grupo de wapshap
Para mañana lunes 11/05 retomaremos
con el texto leído de Saramago , traten de hacerlo para ir comprendiendo
de a poco, conversando en línea y
compartiendo entre todxs.
José Saramago, Premio Nobel
de Literatura 1998. Recopilación de entrevistas, declaraciones y pequeños
fragmentos de sus libros.
Para qué sirve la
comunicación
Fuente: Foroplanetario
Un gran filósofo español del siglo XIX, Francisco de Goya, más conocido como
pintor, escribió un día: "El sueño de la razón engendra monstruos".
En el momento en que explotan las tecnologías de la comunicación, podemos
preguntarnos si no están engendrando ante nuestros ojos monstruos de un nuevo
tipo. Por cierto, estas nuevas tecnologías son ellas mismas fruto de la
reflexión, de la razón. Pero ¿se trata de una razón despierta? ¿En el verdadero
sentido de la palabra "despierta", es decir atenta, vigilante,
crítica, obstinadamente crítica? ¿O de una razón somnolienta, adormecida, que
en el momento de inventar, de crear, de imaginar, se descarrila y crea, imagina
efectivamente monstruos?
A fines del siglo XIX, cuando el ferrocarril se impuso como un beneficio en
materia de comunicación, algunos espíritus apesadumbrados no dudaron en afirmar
que esta máquina era terrorífica y que en los túneles la gente moriría
asfixiada. Sostenían que a una velocidad superior a 50 kilómetros por hora la
sangre saltaría por la nariz y las orejas y que los viajeros morirían en medio
de horribles convulsiones. Son los apocalípticos, los pesimistas profesionales.
Dudan siempre de los progresos de la razón, que según estos oscurantistas, no
puede producir nada bueno. A pesar de que se equivocan en lo esencial, debemos
admitir que los progresos suelen ser buenos y malos. Al mismo tiempo.
Internet es una tecnología que en sí no es ni buena ni mala.
Sólo el uso que de ella se haga nos guiará para juzgarla. Y por esto es que la
razón, hoy más que nunca, no puede dormirse. Si una persona recibiera en su
casa, cada día, quinientos periódicos del mundo entero y si esto se supiera,
probablemente diríamos que está loca. Y sería cierto. Porque, ¿quién, sino un
loco, puede proponerse leer quinientos periódicos por día? Algunos olvidan esta
evidencia cuando bullen de satisfacción al anunciarnos que de ahora en más
gracias a la revolución digital, podemos recibir quinientos canales de
televisión. El feliz abonado a los quinientos canales será inevitablemente
presa de una impaciencia febril, que ninguna imagen podrá saciar. Se perderá
sin límite de tiempo en el laberinto vertiginoso de un zapping permanente.
Consumirá imágenes, pero no se informará.
Se dice a veces que una imagen vale más que mil palabras. Es
falso. Las imágenes necesitan muy a menudo de un texto explicativo. Aunque más
no sea para hacernos reflexionar sobre el sentido mismo de algunas imágenes, de
las cuales la televisión se nutre hasta el paroxismo. Esto pudo constatarse
hace unos años, por ejemplo, durante la última etapa del Tour de Francia, cuando
en el sprint final de los Campos Eliseos asistimos en directo a la espectacular
caída de Abdujaparov.
Vimos esta escena como hubiéramos visto, en una calle, una
persona embestida por un auto. Con la diferencia de que el auto hubiera
embestido a la persona solo una vez. En la televisión, pudimos ver y volver a
ver treinta veces la caída accidental de Abdujaparov. Gracias a las miles de
nuevas posibilidades de la técnica: con zoom, sin zoom, en picada, en
contrapicada, bajo un ángulo, bajo el ángulo opuesto, en travelling, de frente,
de perfil... Y también, interminablemente, en cámara lenta.
Con cada repetición, aprendíamos más sobre las circunstancias de
la caída. Pero, cada vez, nuestra sensibilidad se mitigaba un poco más. Poco a
poco, volvíamos a ver esta caída con la distancia de un cinéfilo que diseca una
secuencia de una película de acción. Las repeticiones habían terminado matando
nuestra emoción.
Se nos dice que gracias a las nuevas tecnologías, en lo sucesivo
alcanzamos las orillas de la comunicación total. La expresión es engañosa,
permite creer que la totalidad de los seres humanos del planeta puede ahora
comunicarse. Lamentablemente, no es cierto. Apenas el 3% de la población del
globo tiene acceso a una computadora; y los que utilizan Internet son aún menos
numerosos. La inmensa mayoría de nuestros hermanos humanos ignora incluso la
existencia de estas nuevas tecnologías. Hasta ahora no disponen todavía de las
conquistas elementales de la vieja revolución industrial: agua potable,
electricidad, escuela, hospital, rutas, ferrocarril, heladera, auto, etc. Si no
se hace nada, la actual revolución de la información los ignorará de la misma
manera.
La información nos vuelve más eruditos o sabios solo si nos
acerca a los hombres. Pero con la posibilidad de acceder de lejos a todos los
documentos que necesitamos, el riesgo de deshumanización aumenta. Y de
ignorancia.
De ahora en más, la llave de la cultura no reside en la
experiencia y el saber, sino en la aptitud para buscar información a través de los
múltiples canales y depósitos que ofrece Internet. Se puede ignorar al mundo,
no saber en qué universo social, económico y político se vive, y disponer de
toda la información posible. La comunicación deja así de ser una forma de
comunión. ¿Cómo no lamentar el fin de la comunicación real, directa, de persona
a persona?
Con obsesión, vemos concretarse el escenario de pesadilla
anunciado por la ciencia ficción: cada uno encerrado en su departamento,
aislado de todos y de todo, en la soledad más horrible, pero conectado a
Internet y en comunicación con todo el planeta. El fin del mundo material, de
la experiencia, del contacto concreto, carnal... La disolución de los cuerpos.
Poco a poco, nos sentimos atrapados por la realidad virtual. A
pesar de lo que se pretende, es vieja como el mundo, como nuestros sueños. Y
nuestros sueños nos han conducido a universos virtuales extraordinarios,
fascinantes, a continentes nuevos, desconocidos, donde hemos vivido
experiencias excepcionales, aventuras, amores, peligros. Y a veces también
pesadillas. Contra los cuales nos previno Goya. Sin que esto signifique que
haya que contener la imaginación, la creación y la invención. Porque esto se
paga siempre muy caro.
Es más bien una cuestión de ética. ¿Cuál es la ética de los que
como Bill Gates y Microsoft, quieren ganar la batalla de las nuevas tecnologías
a toda costa, para sacar el máximo provecho personal? ¿Cuál es la ética de los
raiders y de los golden boys que especulan en la Bolsa sirviéndose de los
avances de las tecnologías de la comunicación para arruinar a los Estados o
quebrar cientos de empresas en el mundo? ¿Cuál es la ética de los generales del
Pentágono, que aprovechando los progresos de las imágenes programan con más
eficacia sus misiles Tomahawk para sembrar la muerte?
Impresionados, intimidados por el discurso modernista y
tecnicista, la mayoría de los ciudadanos capitulan. Aceptan adaptarse al nuevo
mundo que se nos anuncia como inevitable. Ya no hacen nada para oponerse. Son
pasivos, inertes, hasta cómplices. Dan la impresión de haber renunciado.
Renunciado a sus derechos y a sus deberes. En particular, su deber de
protestar, de sublevarse, de rebelarse. Como si la explotación hubiera
desaparecido y la manipulación de los espíritus hubiera sido desterrada. Como
si el mundo fuera gobernado por necios y como si de repente la comunicación
hubiese devenido un asunto de ángeles.
d) -Busca la biografía de José Saramago y
transcríbela en la carpeta y en el blogs.
e)-
Transcribe en el blogs .en cinco oraciones cortas las Ideas más
importantes que trata el texto.
A partir del texto leído Para qué sirve la
comunicación de José Saramago, responde:
1)-El porqué del título.
2)- ¿Qué tipo de texto es el que leímos?
3)- ¿Qué es un párrafo? ¿Nombra en cuántos párrafos se
divide el texto? Extrae las ideas principales de cada uno de ellos.
4)-Según tu opinión que nos propone el mismo y extrae
algún párrafo del artículo para demostrarlo.
5)-En qué modificarías la manera que tienes de comunicarte.
¿Agregarías o sacarías algo a la comunicación cotidiana? ¿dónde utilizarías el
avance tecnológico y dónde no?
6)- Busca alguna noticia en algún artículo de revista
o de diario, o en alguna novela o cuento (escrito) dónde ya aparezca los
vestigios del avance tecnológicos.
7)- ¿A qué llamamos tecnicismo? Ejemplos.
Tengan en cuenta que en
la semana iremos trabajando éstos
puntos de a poco.
El vocablo latino paragraphus se transformó en párrafo, un término de uso habitual en el ámbito de la gramática. Se trata de los diferentes fragmentos de un texto, que pueden reconocerse por su mayúscula al comenzar y por el punto y aparte que marca su final.
Un párrafo puede estar formado por una o más oraciones. Cada una de ellas se encuentra separada de la otra a través de un punto y seguido. Las oraciones, a su vez, son conjuntos de palabrasque componen una unidad de sentido. Si seguimos desmenuzando los elementos, también podemos afirmar que las palabras se crean a partir de la combinación de letras.
Una cierta cantidad de párrafos pueden dar lugar a un cuento, una novela, un artículo periodístico, una carta u otros tipos de mensaje. Por ejemplo: “Profesor, no entendí el párrafo donde el autor menciona la teoría de la evolución”, “En el cuarto párrafo de la nota, el periodista comete un grave error al confundir al asesino con su hermano”, “Tres párrafos de cuatro líneas le alcanzaron al gobernador para explicar las causas de su renuncia”.
Dentro de un párrafo, pueden identificarse distintas clases de oraciones según su jerarquía o su función. La oración principal es aquella que marca el sentido del párrafo y de la cual dependen otras oraciones, calificadas como secundarias. El párrafo en cuestión se entiende aunque falten las oraciones secundarias; no así si la ausente es la oración principal.
En la oración principal no siempre se muestra de forma explícita; esto quiere decir que a veces no está escrita en el párrafo, sino que debemos deducirla. Del mismo modo, la oración explícita no necesariamente aparece al principio, sino que puede ubicarse en cualquier parte del párrafo.
Uno de los rasgos principales del párrafo es la coherencia que deben tener sus partes: debe existir un hilo entre sus oraciones, un tema central alrededor del cual giren los mensajes, de manera que el párrafo se identifique claramente como una unidad lógica y con el suficiente contenido como para ser comprendido por el lector. Cuando en un párrafo se desea hablar de un sujeto u objeto presente en una sección anterior del texto, es necesario recurrir a algún elemento del lenguaje que permita establecer la conexión e indicar dónde se encuentra la información aparentemente faltante.
Existen diversos tipos de párrafo, que pueden clasificarse según más de un criterio. A grandes rasgos, encontramos los siguientes:
* narrativo: también se denomina cronológico y contiene una serie de afirmaciones que deben aceptarse sin necesidad de que se demuestre su validez. Es muy usado cuando el autor quiere exponer sucesos ordenados en el tiempo, lo que ocurre en una noticia o un cuento, por ejemplo;
* descriptivo: se enfoca en el uso de las imágenes sensoriales para comunicar al lector las cualidades de los sujetos, objetos y sucesos que forman parte del texto;
* argumentativo: sirve para comunicar o rebatir opiniones con el objetivo de convencer al receptor acerca de una idea, de refutar la opuesta o bien de disuadirlo de un comportamiento en particular. Este tipo de párrafo es muy útil para desarrollar un tema en torno al cual gira una discusión vigente;
* expositivo: tiene la finalidad de brindar más información acerca de un tema. Su extensión suele depender de la complejidad del concepto que se desea desarrollar;
* relativo: presenta una serie de ideasde manera tal que cada lector pueda hacer su propia interpretación. Se usa a menudo en ensayos científicos con el objetivo de despertar la controversia y el intercambio de ideas;
* enumeración: esta clase de párrafo presenta una lista de situaciones, comenzando por la más importante y continuando en jerarquía descendente.
Con origen en el latín textus, la palabra texto describe a un conjunto de enunciados que permite dar un mensaje coherente y ordenado, ya sea de manera escrita o a través de la palabra. Se trata de una estructura compuesta por signos y una escritura determinada que da espacio a una unidad con sentido.
Cada texto posee una cierta finalidad comunicativa: por medio de sus signos busca transmitir un cierto mensaje que adquiere sentido de acuerdo a cada contexto. La extensión del texto es muy variable, desde unas pocas palabras hasta millones de ellas. De hecho, un texto es virtualmente infinito.
Más allá del concepto básico (el texto como unidad de sentido), el mismo término permite hacer referencia a cosas bastantes distintas entre sí. En este sentido, un libro completo, una frase de un periódico, un chat a través de Internet y una conversación en un bar incluyen textos.
Es importante recalcar el hecho de que actualmente empleamos el citado término unido de manera indisoluble a otro concepto dando lugar a la expresión “libro de texto”. Con ella intenta definirse a aquel libro u obra que es el que se emplea en los distintos centros escolares para que el alumno aprenda una materia concreta.
De esta forma podríamos establecer como ejemplo el siguiente: “El profesor ordenó a todos los estudiantes que sacaran de sus mochilas el libro de texto de Matemáticas para poder empezar la clase”.
Asimismo, tampoco podemos pasar por alto que existe una terminología muy concreta que se utiliza desde tiempos inmemoriales en nuestra sociedad. Nos estamos refiriendo a lo que se conoce como Sagrado Texto o Texto Sagrado, un concepto con el que se define a La Biblia, que es el conjunto de libros que ejerce como pilar fundamental de las religiones cristiana y judía.
En ocasiones, la noción de texto se utiliza para nombrar al cuerpo de una obra impresa o manuscrita, en oposición a aquello que va por separado. El texto, por lo tanto, es sólo el cuerpo principal de un libro, quedando fuera la portada, el índice, los apéndices, etc.
Entre las características de un texto, se encuentran la coherencia (las distintas posturas e informaciones que expone deben ayudar a formar una idea general), la cohesión (todas las secuencias de significado tienen que estar relacionadas entre sí) y la adecuación (debe estar en condiciones de llegar a su lector ideal).
Los textos, por otra parte, guardan relación con otros textos para generar sentido. Esto quiere decir que un texto siempre es interpretado a través de un marco de referencia.
Para terminar hay que subrayar que en el ámbito de la tecnología y, en concreto, en el de la informática se hace también un uso bastante extendido del término que estamos analizando. En concreto, se habla de lo que se conoce como procesador de textos que es un programa gracias al cual el usuario puede escribir en su ordenador diversos documentos. Word y OpenOffice Writer son los dos procesadores de este tipo más importantes y de uso más generalizado.
De la misma forma a este proceso de escritura en computadora así como a la edición de la misma a través de dicha herramienta se le da en llamar procesamiento de textos.
Regresando un poco a los tipos de textos –
a) ¿Qué tipo de texto es el leído anteriormente Para qué sirve la comunicación de Saramago?
b) Define sus características.
Un texto es un conjunto coherente de enunciados que forma una unidad de sentido y que tiene intención comunicativa (pretende transmitir un mensaje). Lo literario, por su parte, está vinculado a la literatura que es el conjunto de saberes para leer y escribir bien.
Es aquel que usa el lenguaje literario, un tipo de lenguaje que persigue un cierto fin estético para captar el interés del lector. El autor de literatura busca las palabras adecuadas para expresar sus ideas de manera depurada y según un cierto criterio de estilo.
Muchas y variadas son las características que identifican a un texto literario. No obstante, entre todas ellas podríamos destacar las siguientes:
Intención comunicativa estética. Con ello lo que queremos decir es que su función es crear una obra de arte, de ahí que su finalidad sea artística y no práctica.
Mundo propio. Ya sean reales o no los referentes que utiliza el escritor de textos literarios, lo que sí está claro es que él aboga por crear y desarrollar un mundo en el que se meterá de lleno el lector cuando comience a leer aquellos.
Originalidad. Inédito es por completo ese texto que nace de la mente de un autor dispuesto a contar a su público una historia.
Además de todo lo expuesto no podemos pasar por alto la existencia de una gran variedad de tipos de textos literarios. De esta manera, entre ellos destacan los siguientes:
Cuento. Breve, ficticio y de pocos personajes es aquel.
Novela. En la Antigüedad se encuentra el origen de este tipo de texto que es uno de los más importantes dentro de la Literatura y que se divide en multitud de géneros.
Leyendas, textos literarios basados en hechos reales y adornados con fantasía.
Poesía. En verso y con rima. Así se presenta aquella que apela a los sentimientos.
Fábula. Realizar una moraleja y hacer que el lector aprenda una enseñanza es lo que pretende básicamente conseguir este tipo de texto literario que es breve, ficticio y que puede estar realizado en prosa o en verso.
La estética del texto literario dependerá del propio autor y podrá ser conseguida mediante diversos recursos lingüísticos y técnicas literarias. Entre estos recursos hay que mencionar los recursos gramaticales (mediante la suma, supresión o repetición de estructuras), semánticos (a partir de la alteración del sentido de las palabras, como la o la metonimia) y fónicos (juegos con los sentidos de las palabras).
Por ejemplo: Si bebe, no conduzca. Cuide a su familia es un texto informativo que transmite un mensaje pero sin ninguna intención estética. En cambio, un texto como .Si una copa de néctar seductor se atraviesa en su camino, agradezca con galanura y rechace el convite, ya que dicha sustancia puede haber sido preparada por el propio demonio para poner en riesgo la existencia de sus seres amados” es literario: el
mensaje es comparable con el anterior en cuanto a contenido, pero el lenguaje utilizado es muy diferente.
Este ejemplo resalta cómo el tipo de texto depende de la intención comunicativa. No tiene sentido adornar un texto con juegos de lenguaje o palabras rebuscadas si se pretende llegar con claridad a la mayor cantidad de lectores posible.
Para la clase del lunes 18 de mayo piensa ejemplos de textos literarios que hayas leído u conocido para compartir durante la clase y
1)-Lee el cuento “Pequebú” de Mario Benedetti, para compartirlo entre todxs los compañeros del curso
“2)-Busca la biografía de Mario Benedetti con sus datos relevantes
Mario Benedetti
(Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre del 1920 — Montevideo, 17 de mayo de 2009) Pequebú
(Con y sin nostalgia, 1977)
Le parecía a veces que sus propios gritos salían de otra garganta, y sólo entonces lograba situarse más allá del dolor estéril, feroz. Aunque su cuerpo se encogiera y se estirase [como un bandoneón de cambalache, llegó a pensar], él casi podía sentirlo como una cosa ajena. A diferencia de otros que dijeron no sé, y no hablaron, y sobre todo a diferencia de aquellos pocos que dijeron no sé y sin embargo hablaron, él había preferido inaugurar una nueva categoría: los que decían sí sé, pero no hablaban. Ahora que aparentemente el tipo deja la máquina, y la máquina deja a su cuerpo, sabe que sin embargo falta aún la patada en los huevos. Es un ritual. Y la patada viene. Todavía no ha llegado a desprenderse tanto de su pobre cuerpo como para no sentir la patada ritual. En ese instante no siente sus testículos como algo ajeno sino como algo irremediablemente suyo. No tiene más remedio que doblarse. «Así que Pequebú ¿eh?», suelta el tipo con una risa que es también bostezo. De modo que hasta eso saben. Pequebú. El mote había nacido aquella noche, en el boliche del gallego Soler, cuando Eladio vio que traía dos libros y le preguntó qué estaba leyendo. El mozo había puesto encima la bandejita con tostadas, así que él se limitó a apartar la bandeja para que el otro viera los autores: Hesse y Machado. «Así que Pequebú ¿eh? Como alias, no está mal», volvió a festejar el tipo, tal vez haciendo alguna mueca para sus silenciosos compinches, y él empezó lentamente a desenroscarse, porque sabía que ahora venía la tregua. «No sé cómo estarás vos, pendejo, pero yo estoy fané. Así que vamos a descansar una horita y después reiniciamos el trabajo ¿qué te parece?» Esperó que sonara el portazo y que se alejaran los pasos de los cinco. Sólo entonces se estiró en el piso mugriento, donde el olor a sangre, propia y ajena, se mezclaba con el tufo a sudor y vómitos de la capucha. «Lecturas pequeñoburguesas», había sentenciado Raúl, y él se había encogido de hombros. Sí, pero le gustaban. Eladio había echado la ceniza en la taza, usando la cucharita para aplastarla contra la agotada bolsita de té. Después había sonreído, sobrador. «Lo que pasa es que vos, Raúl, aún no te has percatado de que Vicente no sólo se dedica a lecturas pequeñoburguesas, sino que él mismo es un pequeñoburgués». «Pequebú», dijo Raúl, y todos rieron. A partir de esa noche, la barra entera lo llamó así. Sólo algunas de las muchachas, con esa manía tan femenina por las abreviaturas, lo llamaban Peque. Cursaban Preparatorios de Derecho, pero él era el único que, además, escribía. No sólo poemas, como cualquier neófito; también escribía cuentos. Hablaba poco, pero disfrutaba escuchando. Ahora que el dolor parece ceder un milímetro, puede recordar cómo disfrutaba escuchando. Y mientras escuchaba hacía cálculos, retratos, pronósticos y diagnósticos, sobre los que hablaban. Era tan tímido que nunca mostraba a nadie lo que escribía. Tenían poco menos que arrancarle los originales, y entonces alguien [generalmente, una de las muchachas] los leía en voz alta. Después venía la sesión crítica. «Pequebú, te pasaste. Te solazás demasiado en las cosas lindas». Él preguntaba si lo decían por las mujeres. Las muchachas aplaudían. «No, eso está bien. Son las únicas cosas lindas que, además, son indispensables». Fal uto. Demagogo. «Digo por las cosas nomás, por los objetos. En tus cuentos, cuando se describe un cuadro, un sillón o un armario, aunque vos no les hagas propaganda con adjetivos, igual uno se da cuenta de que son cosas lindas». «¿Y qué querés? A mí me gustan las cosas lindas, ¿a vos no?» Ésta sí que fue puntada, carajo. ¿Cuánto más aguantará, no ya sin hablar [él sabe que no va a hablar] sino sin morirse? «Ése no es el problema: me gustan o no me gustan, todo eso es subjetivismo. Lo cierto es que en el mundo también hay cosas feas, ¿o no?» Él le había preguntado si le gustaban esas cosas feas. «No es ése el asunto, te lo repito. El problema es que existen y vos las ignorás». ¿Quién le había dicho que las ignoraba? Estaban también, pero ellos no se fijaban. Sólo les chocaban las cosas lindas. «Pequebú, vos tenés unas lagunas ideológicas que son casi océanos». Puede ser, reconocía, pero de paso les pedía que se fijaran: las lagunas por lo general están quietas, y los océanos se mueven y cómo. A lo sumo durará dos sesiones de máquina. El derecho es como si no existiera. Pero el izquierdo, puta cómo duele. Cuando se creó la agrupación, él quiso participar, pero no hubo caso. «Nosotros te queremos, viejo, pero en estas épocas el cariño no es una prioridad, ¿sabés?» Eladio fue el primero en advertir que el argumento no era suficiente. «Mirá, Pequebú, con vos quiero ser franco. La militancia viene brava, ¿tamo?» Y él no estaba claro, ¿era eso? «Puede ser que me equivoque, no soy infalible. Pero tenés muchos resabios: en tus gustos, en tus costumbres, en tus lecturas, hasta en lo que escribís». ¿Porque escribía sobre cosas lindas? «No sólo por eso. Por ejemplo, en tus cuentos nunca hay obreros». Era cierto, no había. «Y eso está mal. Si vos supieras que la clase trabajadora...» Lo sabía, lo sabía. «¿Y entonces?» Él trataba de hacerles comprender que en sus cuentos no había obreros, sencillamente porque los respetaba. Y algo más: «Vos sabés que yo vengo de una familia de clase media, ¿no?» «Bastante que se nota». «Nunca he frecuentado los medios obreros. Varias veces he tratado de poner laburantes en mis cuentos. Y no me sale. Después releo el fragmento y me suena a falso. Todavía no logré la clave para hacerlos hablar, ¿comprendés? No incluyo obreros para que no suenen a hueco. Porque yo sé que cuando hablan, y menos aún cuando actúan, los laburantes no son nada huecos». Aquí el otro le ponía como ejemplo los cuentos de Rossi, que ya tenía dos libros publicados. «Él también es clase media, y sin embargo escribe sobre obreros». ¿Realmente le gustaban los cuentos de Rossi? «Eso es otro asunto. Vos todo lo subjetivizás: ¿te gustan? ¿no te gustan? También esa pregunta es pequeñoburguesa». Tenía razón: por lo menos era subjetiva, vas ganando uno a cero. Pero ¿le gustaban o no? «Y dale con la mocha. Yo no entiendo de literatura». Claro que no, pero ¿le gustaban? Por fin la confesión: «Me aburren un poco. Pero, claro, yo no entiendo». Le aburrían, no porque no entendiera sino porque le sonaban a hueco; porque esos personajes no eran laburantes sino esquemas. Esquemones, más bien. El dolor en cambio no era un esquema, sino una realidad sin escapatoria. ¿Sería también una actitud pequeñoburguesa sentir este dolor de mierda? Eso sí, tenía que hacerse una autocrítica: haber dicho que sabía. ¿Para qué? Total, ni él mismo tenía conciencia cabal de si era mucho o importante lo que ahora ocultaba, lo que empecinadamente se negaba a decir. ¿Habrá dicho que sabía, nada más que para probarse a sí mismo, para confirmar que podía aguantar hasta el fin sin delatar a nadie? Allá no lo habían aceptado. Por sus lagunas, claro. Además, la agrupación no admitía el ingreso de la pequeña burguesía. Él igual había seguido concurriendo a la mesa del café. Un poco se burlaban de él, y otro poco lo respetaban. Sobre todo respetaban su falta de rencor. E incluso una vez que habían llegado demasiado temprano y estaban los dos solos en la mesa, Martita, una de las pibas más lindas de la barra, le preguntó con cara de culpable de qué trataban esos libros que él siempre leía. Y él le había dicho unos versos de Machado: «La primavera ha venido. / Nadie sabe cómo ha sido». Y también: «Creí mi hogar apagado, / y revolví la ceniza ... / Me quemé la mano». Y cuando Martita había vacilado al preguntar: «¿Machado es pequeñoburgués, como vos?», se había visto obligado a aclarar que, en todo caso, él era pequeñoburgués como Machado. La prioridad siempre para el troesma. Entonces Martita se había puesto muy colorada y había dicho, bajando aquellos tremendos ojos negros: «No se lo vayas a decir a Eladio ni a Raúl, pero a mí me gustan esos versos, Vicente». No lo había llamado Pequebú, ni siquiera Peque, sino simplemente Vicente. Él había sonreído como un idiota, pero en verdad estaba bastante conmovido. Por él mismo, y también por Machado. Y nada más. Porque llegó Raúl, casi corriendo. El horno no estaba para bollos. La represión se había puesto dura. La cana se había llevado a Eladio: lo levantaron a la salida de clase. Así que la consigna era esfumarse. Y se habían esfumado. Nunca más la vio a Martita. Una semana después alguien trajo el chisme de que Eladio había aflojado, pero él no lo creyó, ni siquiera ahora lo cree. Los comunicados oficiales siempre dejan entrever que todos aflojan. Pero sólo afloja uno cada cien. Aunque sufre como un condenado [¿acaso no es un condenado? nunca había pensado que una frase hecha podía convertirse en realidad], en el fondo se siente tranquilo porque a esta altura está igualmente seguro de dos cosas: que él no va a ser ese único en cien, pero también que va a morir. «¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo, / la vieja vida en orden tuyo y nuevo? / ¿Los yunques y crisoles de tu alma / trabajan para el polvo y para el viento?» No hay caso, no puede desprenderse del viejo Machado. Cayó y no lo podía creer. No había militado. En realidad, no lo habían dejado militar. Hace como veinte días que cayó, o quizá sean dos meses, o cuatro días. Bajo la capucha es difícil calcular el tiempo. No ha hablado con nadie, es decir, con nadie que no sea el tipo que diariamente le hace ver las estrellas. Otro lugar común que se ha vuelto verdad. Cuando la máquina empieza a funcionar y él aprieta los ojos, siempre ve las estrellas. En rigor quien habla, pregunta e insulta, es el otro. Al principio él decía no; luego, se limitaba a negar con la cabeza. Ahora responde sólo con el silencio. Sabe que eso lo pone al otro más furioso, pero no importa. Al comienzo le daba vergüenza llorar, pero ahora no, sería estúpido gastar energía en aguantar las lágrimas. Además no blasfema, ni maldice. Sabe que eso también pone frenético al otro, pero tampoco importa. Por lo menos se ha construido un reducidísimo campo donde es él quien impone las reglas del juego. Y una de esas reglas [que no figura en los planes del otro] es morir. Y está seguro de que va a imponer su juego. Los va a joder, aunque sea muriéndose. Ya no tiene músculos ni nervios ni tendones ni venas ni pellejo. Sólo un gran dolor generalizado, algo así como una náusea gigante. Y sabe que vomitará cualquier cosa [desde la inmunda comida hasta los míseros pulmones] menos los nombres, domicilios y teléfonos que el otro reclama. Ellos pueden ser dueños de la picana, de las patadas, del submarino [el húmedo y el seco], del caballete, de la crueldad en fin. Pero él es dueño de su negativa y de su silencio. ¿Por qué se oirán tan claramente los pasos en el corredor? Señores, va a empezar la tercera sesión de la jornada. ¿Sonará en ésta? A más tardar, en la de mañana. Las dos últimas veces perdió el sentido y, por lo que escuchó cuando volvía lentamente en sí, les costó tiempo y esfuerzo traerlo nuevamente a la vida. Es por eso que en el fondo se sabe poderoso. Todos sus sentidos están consagrados a ganar esta última batalla. A veces, como destellos, ve bajo la capucha los rostros de sus viejos, el altillo en que solía estudiar, los árboles de su calle, la ventana del café. Pero ya no tiene sitio para la tristeza. Sólo hay algo que le trae un poquito de amargura, la última tal vez, y es la certidumbre de que los muchachos jamás se enterarán de que Pequebú [Vicente, para Martita] va a morir sin nombrarlos. Ni a ellos ni a Machado .
A repasar un poco de “gramática”
a)- Extrae del cuento u inventa con partes del mismo.
· Cinco oraciones con sujeto compuesto y predicado simple.
· Cinco oraciones con sujeto simple y predicado compuesto
· Cinco oraciones con sujeto tácito
· Cinco oraciones bimembres..
· Dos oraciones unimembres.
· Extrae los sustantivos propios y comunes
· Extráe una lista de palabras poco conocidas. Y busca sus significados.
En el siguiente punto responde:
A-¿A qué género pertenece el mismo?
b)- ¿Que significa el término Pequebú?
c)- Realiza una breve síntesis del relato
d)- ¿Quiénes son los personajes del cuento?
e)- Cambia el final de la historia
NOTA. Las tareas se irán desempeñando paulatinamente durante la semana y continuarán parte de la siguiente si fuera necesario.
Recuerden que la participación en clase de todos permite que se avance sobre los temas subsiguientes.
Lean detenidamente el texto
“Cortísimo metraje” de Julio Cortázar
Automovilista en vacaciones
recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de
la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o
Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces
pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos
desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la
carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos
sobre la minifalda mientras el terror crece poco a poco. Bajo los árboles una
profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y
brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del
auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para
arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después
billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos
kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio
no ha que descuidarse.
1)--Escriban una nueva versión del texto
dado. Agregando para ello las palabras
necesarias (artículos, verbos y conectores) para poder ordenar el relato.
Coloquen un título al relato.
2)- Busca la biografía de Julio Cortázar.
3)- A qué género pertenece el relato
final. ¿Por qué?.
Propiedades
de un texto
El
TEXTO es la unidad
total y máxima de comunicación.
Enunciado o conjunto de enunciados con
sentido unitario, producido en un contexto específico y con una determinada organización
sintáctica, coherencia y cohesión.
El
ENUNCIADO es la unidad
mínima de comunicación; cualquier producto del habla que tenga sentido unitario e independencia sintáctica, dentro de la situación en que se produce,
que queda delimitada por pausas (señaladas oralmente por cambio de entonación y
ortográficamente por un punto, punto y coma, admiraciones, interrogaciones).
Por
no contar con estas características el siguiente no es un texto.
Transcriba “El buen campesino” de forma que conforme
un texto
El
buen campesino
Había una vez un campesino.
El campesino se llamaba José Ruiz.
El campesino tenía cuarenta años.
El campesino era fuerte y voluntarioso.
Una tarde, el campesino se iba para su
casa.
El campesino vio a una anciana.
La anciana juntaba leña.
El campesino decidió ayudar a la
anciana.
El campesino sacó su hacha.
El campesino cortó algunos robles
El campesino hizo leña con los robles.
El campesino colocó la leña sobre sus
hombros.
El campesino acompañó a la anciana hasta
su casa.
El campesino apoyó la leña contra la
pared de la vieja y endeble casa de la anciana.
El campesino estaba contento de
depositar la pesada carga.
Desgraciadamente la casa se derrumbó.
La pobre anciana ahora tenía leña.
La pobre anciana ya no tenía casa.
La pobre anciana ya no tenía donde
resguardarse.
Todo
texto para que pueda cumplir con su
intencionalidad comunicativa tiene que contar con las siguientes PROPIEDADES:
ADECUACIÓN
(tiene que ver con la ESTRUCTURA
COMUNICATIVA). Propiedad del texto que tiene en cuenta las
características de “ESA” comunicación concreta:
*
Tener en cuenta el receptor a quien se dirige.
* Que haya un
objetivo claro - contar, explicar,
persuadir, conmover….(función del lenguaje)-
y que se utilicen los medios adecuados para su consecución.
*
Utilizar el registro apropiado. (Vocabulario y sintaxis).
COHERENCIA
(hace referencia a la ESTRUCTURA SEMÁNTICA):
Propiedad fundamental inherente a todo texto que hace que pueda ser percibido
como una unidad comunicativa y no como una sucesión de enunciados sin relación.
La
coherencia es de naturaleza principalmente semántica y trata del
significado del texto, de las informaciones que contiene, es decir, del contenido.
La coherencia supone:
- Identidad
de referencia: coherencia global o temática. El texto tiene que
tener un TEMA general capaz de relacionar sus partes.
- Información
pertinente, suficiente y ordenada de acuerdo a un ESQUEMA/PLAN y bien
distribuida en párrafos (coherencia lineal o estructural).
Debe haber una progresión y continuidad de la información sin que
haya lagunas y rupturas; ideas suficientemente desarrolladas, sin caer en
excesivas reiteraciones o digresiones
innecesarias.
En los textos narrativos, la presencia de los mismos
personajes, la continuidad de las acciones y del ambiente contribuye a la
coherencia. En los textos descriptivos, la información sigue un
determinado orden. En los textos expositivos y argumentativos las ideas
tienen que relacionarse de un modo lógico.
COHESIÓN (hace referencia a la ESTRUCTURA SINTÁCTICA
del texto): La cohesión del texto es una propiedad
básicamente sintáctica que trata de cómo se enlazan formalmente los
elementos de un enunciado y los enunciados entre sí para que la información sea
más comprensibles.
Los principales mecanismos de cohesión (elementos lingüísticos)
que se utilizan para la cohesión textual (para enlazar una frase con otra
y un párrafo con otro) son las
RECURRENCIAS
(repeticiones léxicas, sinonimias, anáforas o referencias pronominales,
elipsis) y los ENLACES
o CONECTORES.
CONECTORES o enlaces discursivos: Son elementos lingüísticos que
ayudan a ordenar y estructurar el texto. Establecen relaciones formales y de
significado entre enunciados o secuencias de enunciados; es decir, CONECTAN
fragmentos relativamente extensos del texto.
Los
principales CONECTORES, según el significado que aportan, son:
De ADICIÓN: Suman unas
ideas a otras.
Y, además, asimismo, también, es más, más aún,
incluso, para colmo, ni siquiera, del
mismo modo, análogamente, igualmente...
De OPOSICIÓN y RESTRICCIÓN:
Introducen relaciones de contraste o contradicción, disyuntivas o adversativas
entre los enunciados.
O, pero, mas, sin embargo, no obstante, ahora bien, con todo,
aún así, de todas formas, al menos, en todo caso,
salvo que, excepto, al contrario,
antes bien, más bien...
De CAUSALIDAD y CONSECUENCIA:
conectan los enunciados estableciendo relaciones de causa y efecto.
Pues, porque, es que, por
tanto, por consiguiente, en consecuencia, por eso, luego, entonces,
en tal caso, puestas así las cosas...
De REFORMULACIÓN: se enuncia
nuevamente el contenido de uno o varios enunciados
anteriores.
Es decir, o sea, en otras palabras, mejor dicho, quiero decir, o sea, en resumen, resumiendo, en
suma, en definitiva, en síntesis, por ejemplo, pongamos por caso,
concretamente, a saber, así
De tipo ORDENADOR (orden del discurso):
marcan partes distintas en las que se organiza la información del texto. Pueden
indicar presentación, continuación, transición, digresión, enumeración, cierre
o conclusión.
Para
empezar, ente todo, bueno, bien, luego, después, así que, pues bien, en otro orden de cosas, por otra parte, por cierto, a
propósito, en
primer lugar, en segundo lugar, primeramente, en fin, para finalizar, para
acabar...
La
puntuación: también es un elemento de cohesión, ya que sirve
para organizar la información y MARCAR las distintas partes del texto
haciéndolo más comprensible.
Origen
El relato policial,
cuento y novela, nace como una expresión y consecuencia de una realidad
histórica: la formación de las grandes ciudades a causa de la revolución
industrial; y el deseo y búsqueda de justicia. Ingresan así, en la literatura,
nuevos personajes y ambientes que son netamente urbanos, entre ellos la policía
y los cuerpos de seguridad, que se organizaron sistemáticamente a principios
del siglo XIX favorecido por la investigación científica.
Lo policial clásico es una especie muy
heterogénea, se alimenta de crímenes, fugas, búsquedas y persecuciones y, sobre
todo, plantea un enigma que debe ser
resuelto por la lógica.
Edgar Allan Poe, con
"Los crímenes de la calle Morgue", es el creador de esta forma
narrativa que desde sus comienzos se difunde con rapidez. Resulta ser un relato
muy popular como la novela de folletín. Esta circunstancia hace que como forma
literaria no fuera tan respetada frente a otras consideradas más valiosas. Sin
embargo, el relato policial exige del escritor, además del dominio técnico, un
ordenamiento riguroso de la trama: debe crear hechos y vincularlos con lógica
interior.
El detective
Sherlock Holmes, el inspector Watson, de Arthur Conan Doyle, Hércules Poirot de
Agatha Christie, y el padre Brown,
de Chesterton, figuran entre los personajes más conocidos de la narrativa
policial. En Argentina se destacan los autores: Jorge L. Borges, Adolfo Bioy
Casares, Manuel Peyrou, Marco Denevi, y más recientemente: Pablo de Santis
y Guillermo Martínez.
Evolución
En la evolución de la narrativa policial
distinguimos tres momentos:
* El interés se centra en el argumento:
la trama es rigurosa y los misterios o enigmas deben ser aclarados en forma
deductiva.
* El centro de interés se desplazó hacia
la explicación psicológica de los hechos y del comportamiento de los
personajes.
*En las últimas décadas, el relato
policial es más realista y violento: los delitos tienen razones concretas, los
personajes son tan actuales que nos sorprenden, al igual que las armas científicamente
fabricadas; la trama entremezcla intriga, violencia, sexo y espionaje.
A
este tipo de relato se lo denomina policial negro. Es, como la definión
Raymond Chandler en su libro
El simple arte de matar, la novela del mundo profesional del crimen.
Debe su nombre a dos factores: a que originalmente fue publicada en la revista Black
Mask de Estados Unidos y en la colección Série Noire francesa, así
como a los ambientes "oscuros" que logra. El término se asocia a un
tipo de novela policíaca en la que la resolución del misterio no es en sí el
objetivo principal; es habitualmente muy violenta y las divisiones entre el
bien y el mal están bastante difuminadas. La mayor parte de sus protagonistas
son individuos derrotados, en decadencia, que buscan encontrar por lo menos
algún atisbo de verdad.
Una variante de la narrativa policial, a
partir de la Segunda Guerra Mundial, trata el espionaje como tema obligado.
Por definición
el relato policial es aquel que, por medio de la deducción lógica, identifica
al autor de un delito y revela sus móviles.
Emma Zunz
[Cuento -
Texto completo.]
Jorge Luis Borges
El catorce
de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y
Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por
la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello
y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas
borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había ingerido
por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el tres del corriente
en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia,
un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que se dirigía a la hija
del muerto.
Emma dejó
caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las
rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso
ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era
inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el
mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto.
Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los
hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que
sería.
En la
creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del suicidio de
Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz. Recordó
veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su
madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos
losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los
anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó (pero eso jamás
lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era
Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora
uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había
revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana
incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el
ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho
ínfimo un sentimiento de poder.
No durmió
aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo de la ventana, ya
estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció interminable,
fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró,
como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con
Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; tuvo
que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que festejar las bromas
vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la menor de las Kronfuss
discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, se habló de
novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años,
pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico… De vuelta,
preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se
obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, la víspera.
El sábado,
la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular
alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar;
dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La
Prensa que el Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche del dique 3;
llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo
supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al
oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una delatora. Ningún otro
hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa
y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de
almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que
la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, sin
duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, se levantó
y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills,
donde la había dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía
haberla visto; la empezó a leer y la rompió.
Referir con
alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y quizá improcedente. Un
atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo que parece mitigar sus
terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que
casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la
memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la calle
Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el infame Paseo de
Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los
ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró,
inadvertida, por la indiferente recova… Entró en dos o tres bares, vio la
rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan.
De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá
más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada.
El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una
escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una vidriera con
losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después
a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque
en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no
parecen consecutivas las partes que los forman.
¿En aquel
tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de sensaciones inconexas y
atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que motivaba el sacrificio?
Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado
propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la
cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil asombro y se
refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba
español; fue una herramienta para Emma como esta lo fue para él, pero ella
sirvió para el goce y él para la justicia.
Cuando se
quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la mesa de luz estaba el
dinero que había dejado el hombre: Emma se incorporó y lo rompió como antes
había roto la carta. Romper dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se
arrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día… El temor se
perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza la
encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a vestirse. En el
cuarto no quedaban colores vivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma pudo
salir sin que lo advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste.
Eligió, conforme a su plan, el asiento más delantero, para que no le vieran la
cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo
acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios decrecientes y
opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se apeó en una de las bocacalles
de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba a
concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin.
Aarón
Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos íntimos, un avaro.
Vivía en los altos de la fábrica, solo. Establecido en el desmantelado arrabal,
temía a los ladrones; en el patio de la fábrica había un gran perro y en el
cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había llorado con
decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer -¡una Gauss, que le
trajo una buena dote!-, pero el dinero era su verdadera pasión. Con íntimo
bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy religioso;
creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a
trueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos
ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la ventana, el informe
confidencial de la obrera Zunz.
La vio
empujar la verja (que él había entornado a propósito) y cruzar el patio
sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el perro atado ladró. Los labios
de Emma se atareaban como los de quien reza en voz baja; cansados, repetían la
sentencia que el señor Loewenthal oiría antes de morir.
Las cosas no
ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la madrugada anterior, ella se
había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable
a confesar la miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema que
permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor,
sino por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.)
Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así.
Ante Aarón
Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma sintió la de
castigar el ultraje padecido por ello. No podía no matarlo, después de esa
minuciosa deshonra. Tampoco tenía tiempo que perder en teatralerías. Sentada,
tímida, pidió excusas a Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) las
obligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y
se cortó como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal saliera a buscar
una copa de agua. Cuando este, incrédulo de tales aspavientos, pero indulgente,
volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón el pesado revólver. Apretó
el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos
y el humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró con
asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en ídisch. Las
malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el
perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca sangre manó de los
labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la acusación que había
preparado (“He vengado a mi padre y no me podrán castigar…”), pero no la acabó,
porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo nunca si alcanzó a comprender.
Los ladridos
tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Desordenó el diván,
desabrochó el saco del cadáver, le quitó los quevedos salpicados y los dejó
sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió lo que tantas veces
repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es
increíble… El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga…
Abusó de mí, lo maté…
La historia
era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era
cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el
odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; solo eran falsas las
circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.
FIN
El Aleph, 1949 Jorge
Luis Borges
RESPONDEMOS:
¿Cuál es el conflicto de Emma Zunz?
¿Qué tipo de cuento es de Emma Zunz?
¿Quién le envía la carta a Emma Zunz?
Literatura segundo ciclo
Leer el siguiente cuento
En defensa propia | Cuento | Rodolfo Walsh
–Yo,
a lo último, no servía para comisario –dijo Laurenzi, tomando el café que se le
había enfriado–. Estaba viendo las cosas, y no quería verlas. Los problemas en
que se mete la gente, y la manera que tiene de resolverlos, y la forma en que
yo los habría resuelto. Eso, sobre todo. Vea, es mejor poner los zapatos sobre
el escritorio, como en el biógrafo, que las propias ideas. Yo notaba que me iba
poniendo flojo, y era porque quería pensar, ponerme en el lugar de los demás,
hacerme cargo. Y así hice dos o tres macanas, hasta que me jubilé. Una de esas
macanas es la que le voy a contar.
Fue
allá por el cuarenta, y en La Plata. –Eso le indica –murmuró con sarcasmo,
mirando la plaza llena de sol a través de la ventana del café– que mi fortuna
política estaba en ascenso, porque usted sabe cómo me han tenido a mí, rodando
por todos los destacamentos y comisarías de la provincia. La fecha justa
también se la puedo decir. Era la noche de San Pedro y San Pablo, el 29 de
junio. ¿No le hace gracia que aún hoy se prendan fogatas ese día?
–Es
por el solsticio estival –expliqué modestamente.
–Usted
quiere decir el verano. El verano de ellos que trajeron de Europa la fiesta y
el nombre de la fiesta.
–Desconfíe
también del nombre, comisario. Eran antiguos festivales celtas. Con el fuego
ayudaban al sol a mantenerse en el camino más alto de cielo.
–Será.
La cuestión es que hacía un frío que no le cuento. Yo tenía un despacho muy
grande y una estufita de kerosén que daba risa. Fíjese, había momentos en que
lo que más deseaba era ser de nuevo un simple vigilante, como cuando empecé,
tomar mate o café con ellos en la cocina, donde seguramente hacía calor y no se
pensaba en nada.
Serían
las diez de la noche cuando sonó el teléfono. Era una voz tranquila, la voz del
juez Reynal, diciendo que acababa de matar un ladrón en su casa, y que si yo
podía ir a ver. Así que me puse el perramus y fui a ver.
Con
los jueces, para qué lo voy a engañar, nunca me entendí. La ley de los jueces
siempre termina por enfrentarlo a uno con un malandra que esa noche tiene más
suerte, o mejor puntería, o un poco más de coraje que seis meses antes, o dos
años antes, cuando uno lo vio por última vez con una vereda y una 45 de por
medio. Uno sabe cómo entran, cómo no va a saber, después de verlo llorando y,
si se descuida, pidiendo por su madre. Lo que no sabe, es cómo salen. Después
hasta le piden fuego por la calle, y usted se calla y se va a baraja porque se
palpita que hay un chiste en alguna parte, y no vaya a resultar que el chiste
es a costa suya.
Iba
pensado en estas cosas mientras caminaba entre las fogatas que la garúa no
terminaba de apagar, esquivando los buscapiés de la juventud que también festejaba,
como dice usted, lo alto que andaba el sol y, seguramente, la cosecha próxima,
y los campos llenos de flores. Para distraerme, empecé a recordar lo que sabía
del doctor Reynal. Era el juez de instrucción más viejo de La Plata, un
caballero inmaculado y todo eso, viudo, solo e inaccesible.
Entré
por un portoncito de fierro, atravesé el jardín mojado, recuerdo que había unas
azaleas que empezaban a florecer y unos pinos que chorreaban agua en la sombra.
La cancela estaba abierta, pero había luz en una ventana y seguí sin tocar el
timbre. Conocía la casa, porque el doctor solía llamarnos cada tanto, para ver
cómo andaba un sumario o para darnos un sermón. Tenía ojos de lince para los
vicios de procedimiento, la sangre de sus venas pasaba por el código y no se
cansaba de invocar la majestad de la justicia, la de antes. Y yo que hasta
tengo que cuidar la ortografía, y no hablo de los vicios de procedimiento ya va
a ver. Pero yo no era el único. Conozco algunos que pretendían tomarlo en
farra, pero se les caían las medias cuando tenían que enfrentarlo.
Y
es que era un viejo imponente, con una gran cabeza de cadáver porque año a año
la cara se le iba chupando más y más, hasta que la piel parecía pegada a los
huesos, como si no quisiera dejarle nada a la muerte. Así lo recuerdo esa
noche, vestido de negro y con un pañuelo de seda al cuello.
Con
este hombre yo me guardaba un viejo entripado, porque una vez en la misma
comisaría, adonde llegó como bala me soltó al tuerto Landívar, que tenía dos
muertes sin probar, y más tarde iba a tener otra. Nunca olvidé lo que me dijo
Es mejor que ande suelto un asesino, y no una ruedita de la justicia. ¿Y el
peligro? –le pregunté. El peligro lo corremos todos–dijo. Pero fui yo el que
tuve que matarlo a Landívar, cuando al fin hizo la pata ancha en los galpones
de Tolosa, y yo me acordé del doctor, del doctor y de su madre.
El
comisario se agarró el mentón y meneó la cabeza. Como si se riera de alguna
ocurrencia secreta, y después soltó una verdadera carcajada, una risa asmática
y un poco dolorosa.
–Bueno,
ahí estaba sentado ante su escritorio, como si nada hubiera pasado, absorto en
uno de esos libracos de filosofía, o vaya a saber qué, pero en todo caso algo
importante, porque apenas alzó la cabeza al verme en la puerta y siguió leyendo
hasta que llegó al final de un párrafo que marcó con una uña afilada y como de
vidrio. Tuve tiempo de sacarme el sombrero mojado, de pensar dónde lo pondría,
de ver el bulto en el suelo, que era un hombre, de codearme con un jinete de
bronce y, en general, de sentirme como un auxiliar tercero que lo van a
amonestar. Recién entonces el viejo cerró el libro, cruzó los dedos y se quedó
mirándome con esos ojos que siempre parecían estar haciendo la seña del as de
espadas.
Le
pregunté, de buen modo, qué quería que hiciera. Contestó que yo sabía cuál era
mi deber, que yo conocía o debía conocer el Código de Procedimientos, que desde
ya su reemplazante de turno era el doctor Fulano, y que no lo tomara a mal si,
ya que estaba, observaba con interés profesional la forma en que yo encauzaba
el sumario.
Le
aseguré que no faltaba más. Le dije si estaba bien que le hiciera una
inspección ocular. Hizo que sí con la cabeza. ¿Y que le preguntara algunas
cosas y que lo tuviese demorado hasta que el doctor fulano dispusiera lo
contrario? Entonces se echó a reír y comentó “Muy bien, muy bien, eso me
gusta”.
Moví
con el pie la cara del muerto, que estaba boca abajo frente al escritorio, y me
encontré con un antiguo conocido, Justo Luzati, por mal nombre El Jilguero, y
también El Alcahuete, con fama de cantor y de otras cosas que en su ambiente
nadie apreciaba. Supe tratarlo bastante en un tiempo, hasta que lo perdí de
vista en un hospital, pobre tipo.
Pero
resultaba bueno verlo muerto así, al fin con un gesto de hombre en la cara
flaca donde parecía faltarle unos huesos y sobrarle otros, y un 32 empuñado a
lo hombre en la mano derecha, y todavía ese gesto bravío de apretar el gatillo
a quemarropa, cuando ya le iban a tirar, o le estaban tirando, y le tiraron
nomás y el plomo del 38 que el doctor sacó de algún cajón lo sentó de traste. Y
entonces se acostó despacio a lagrimear un poco y a morir.
Pero
ese viejo, era cosa de ver, o de imaginar, la sangre fría, de ese viejo. Dejó
el 38 sobre la mesa, con cuidado porque era una prueba. Me llamó por teléfono,
sin levantarse siquiera, porque no había que tocar nada. Y siguió leyendo el
libro que leía cuando entró Luzati.
–¿Lo
conoce doctor? –le pregunté.
–Nunca
lo había visto.
Entonces,
mientras lo estaba mirando, descubrí ese estropicio en la biblioteca que tenía
detrás de él.
–¿Y
de eso –señalé –no pensaba decirme nada?
–Usted
tiene ojos –respondió.
Había
una hilera de tomos encuadernados en azul, creo que era la colección de La Ley.
Y uno estaba medio destripado, le salían serpentinas y plumitas de papel, y al
lado había un marco de plata boca abajo, un retrato con la foto y el vidrio
perforados.
–Quédese
quieto, doctor, no se mueva–le previne y le di la vuelta al escritorio, me paré
donde se había parado Luzati, donde todavía estaba el agua de sus zapatos y
desde allí miré al viejo, y luego detrás del viejo, y nuevamente esa cara
cadavérica y severa. Pero él me corrigió: –Un poquito más a la izquierda –dijo.
–¿Qué
se siente, doctor, cuando a uno le erran por tan poco?
–No
se siente nada–contestó –y usted lo sabe.
Entonces
me agaché, saqué el 32 de entre los dedos de Luzati, abrí el tambor y allí
estaba la cápsula picada y el resto de la carga completa, y hasta el olor de la
pólvora fresca. Todo listo y empaquetado para el gabinete Vucetich, donde
seguramente iban a encontrar que el plomo de la biblioteca correspondía al 32,
y que el ángulo de tiro estaba bien, y todo estaba bien, y se lo iban a
ilustrar con dibujitos y rayas coloradas, verdes y amarillas para probar nomás
que el doctor había matado en defensa propia.
Puse
el 32 junto al otro, sobre el escritorio, y fue entonces cuando él me oyó decir
“Qué raro” y me miró sin moverse.
–¿Qué
raro doctor? –le dije caminando otra vez hacia la biblioteca –que usted, que
solía tener tan buena memoria, se haya olvidado de este pájaro cantor. Porque
si a mí no me falla, hace cuatro años usted sentenció en una causa Vallejo
contra Luzati por tentativa de extorsión.
Él
se echó a reír.
–¿Y
eso? –dijo –. Como si yo fuera a acordarme de todas las sentencias que dicto.
–Entonces
tampoco recordará que en el treinta lo condenó por tráfico de drogas.
Me
pareció que daba un brinco, que iba a pararse, pero se contuvo, porque era un
viejo duro, y apenas se pasó una mano por la frente.
–En
el treinta –murmuró –. Puede ser. Son muchos años. Pero usted quiere decir que
no vino a robar sino a vengarse.
–Todavía
no se lo quiero decir. Pero qué raro, doctor. Qué raro que este infeliz, que
nunca asaltó a nadie, porque era una rata, un pobre diablo que hoy se puso la
mejor ropa para venir a verlo a usted –alguien que vivía de la pequeña
delación, del pequeño chantaje, del pequeño contrabando de drogas; alguien que
si llevaba un arma encima era para darse coraje –, que ese tipo, de golpe, se
convierta en asaltante y venga a asaltarlo a usted…
Entonces
él cambió de postura por primera vez, giró con el sillón, y me vio con el
retrato entre las manos, ese retrato de una muchacha lejana, inocente y dulce,
si no fuera por los ojos que eran los ojos oscuros y un poco fanáticos del
juez, esa cara que sonreía desde lejos aunque estaba destrozada de un tiro
certero, porque el vencido amor y la sombra del odio que le sigue tienen una
infalible puntería.
Le
devolví el retrato, le dije: –Guárdelo. Esto no tiene por qué figurar aquí y me
senté en cualquier parte sin pedirle permiso, pero no porque le hubiera perdido
el respeto, sino porque necesitaba pensar y hacerme cargo y estar solo. Pensar,
por ejemplo, en esa cara que yo había visto dos años antes en una comisaría de
Mar del Plata, esa cara devastada, ya no inocente, repetida en la foto de un
prontuario donde decía simplemente Alicia Reynal, toxicómana, etc. Pero cuando
pasó un rato muy largo, lo único que se me ocurrió decirle fue:
–¿Hace
mucho que no la ve?
–Mucho
–dijo, y ya no habló más, y se quedó mirando algo que no estaba.
Entonces
volví a pensar, y ahí debió ser cuando descubrí que ya no servía para
comisario. Porque estaba viendo todo, y no quería verlo. Estaba viendo cómo El
Alcahuete había conocido a aquella mujer, y hasta le había vendido marihuana o
lo que sea, y de golpe, figúrese usted, había averiguado quién era. Estaba
viendo con qué facilidad se le ocurrió extorsionar al padre, que era un hombre
inmaculado, un pilar de la sociedad, y de paso cobrarse las dos temporadas que
estuvo en Olmos. Estaba viendo cómo el viejo lo esperó con el escenario listo,
el tiro que él mismo disparó –un petardo más en esa noche de petardos –contra
la biblioteca y contra aquel fantasma del retrato. Estaba viendo el 32
descargado sobre el escritorio, para que Luzati lo manoteara a último momento y
hasta apretara el gatillo cuando el viejo le apuntó. Y lo fácil que fue después
abrir el tambor y volver a cargarlo, sin sacarlo de las manos del muerto, que
era donde debía estar.
Estaba
viendo todo, pero si pasaba un rato más ya no iba a ver nada, porque no quería
ver nada. Aunque al fin me paré y le dije:
–No
sé lo que va a hacer usted, doctor, pero he estado pensando en lo difícil que
es ser un comisario y lo difícil que es ser un juez. Usted dice que este hombre
quiso asaltarlo y que usted lo madrugó. Todo el mundo le va a creer y, yo
mismo, si mañana lo leo en el diario, es capaz que lo creo. Al fin y al cabo,
es mejor que ande suelto un asesino, y no una ruedita de la compasión. Era
inútil. Ya no me escuchaba. Al salir me agaché por segunda vez junto al
Alcahuete y, de un bolsillo del impermeable, saqué la pistola de pequeño
calibre que sabía que iba a encontrar allí y me la guardé. Todavía la tengo.
Habría parecido raro, un muerto con dos armas encima.
El
comisario bostezó y miró su reloj. Le esperaban a almorzar.
–¿Y
el juez? –pregunté.
–Lo
absolvieron. Quince días después renunció, y al año se murió de una de esas
enfermedades que tienen los viejos.
Rodolfo
Walsh
El relato policial es el relato de la
resolución de un enigma ¿quién cometió el delito? Para ello, el investigador
debe identificar y descifrar una serie de indicios, huellas o pistas que lo
conduzcan a descifrar la verdad.
Policial negro: la historia del delito
Policial clásico: la historia de la
investigación que irá revelando la historia del delito.
En
defensa propia, Rodolfo Walsh
1)- Respondan las siguientes preguntas
a)- ¿Por qué el comisario insiste que ya no sirve para
ese trabajo? ¿Qué historia relata para sostener este argumento?
b) ¿Cómo era el Juez Reynal? ¿Qué relación lo unía
Luzatti?
2)- Elijan la opción correcta y justifiquen.
La causa del crimen del Juez es un robo/ una venganza
/ un accidente.
Por eso es posible afirmar que asesino obró por
emoción violenta/ en defensa propia/ premeditadamente.
El título del
cuento se refiere al móvil del crimen/ la estrategia del juez/ la
interpretación del comisario.
3) -Describan a la víctima del asesinato y
especifiquen cuáles eran los antecedentes policiales.
4)- Enumera con qué pistas se encuentra el comisario
para resolver el caso del asesinato. Clasifíquenlas en verdaderas o preparadas.
Justifiquen la clasificación.
5)- Expliquen con sus palabras la frase “Es mejor que
ande suelto un asesino y no una ruedita de la justicia”.
6)- Resuelvan
a)- Completen una ficha sobre los verdaderos hechos
del caso investigado. Consignen estos datos:
·
Delito:
·
Sospechoso:
·
Culpable:
·
Móvil
del delito
b) -Expliquen porque el comisario
decidió no acusar al verdadero culpable.
LENGUA
REPASO
La oración es una unidad de sentido que tiene autonomía
sintáctica. En la lengua oral su límite lo marca el descenso de voz. En la
lengua escrita, la presencia del punto.
Clases de oraciones sintácticamente: Por su partición
en miembros
a) Oraciones unimembres
Utilización de verbos que
no admiten sujeto:
- Indican fenómenos atmosféricos: llueve,
truena...
- Verbos: ser, hacer, haber en tercera
persona del singular:
Hace frío. Es de noche. Hubo inundaciones.
- Construcciones sustantivas: Una casita de
madera.
b) Oraciones bimembres
Se parten en dos
miembros: Sujeto y Predicado:
____P__ ___S____
Salieron los alumnos
____P__ ___S______ _____P_________
Salieron los alumnos más temprano.
___S___ ____P___
Los niños llegaron
El sujeto puede aparecer
al comienzo, al final de la oración o intercalado en ella.
EL núcleo del sujeto es
siempre un sustantivo o un pronombre que lo reemplace.
Los modificadores
directos son siempre el adjetivo, algunos pronombres y el artículo, que
concuerdan en género y número con el sustantivo.
_______S____________ ______P_____________
Los alumnos estudiosos aprueban los
exámenes.
md n m.d
El modificador indirecto: está conectado con sus núcleos mediante
preposiciones
Las preposiciones
_______S_______ ____P________
El niño pelirrojo corre muy rápido.
Md n
md
______S_____________ _________P______
El niño de cabello rojizo corre muy
rápido
md n mi
PREPOCISIONES
a - ante - bajo -
con - contra - de - desde - en - entre - hacia - hasta - para -
por - según - sin - sobre - tras.
|
- El gato con botas.
- El vestido sin mangas.
- La hermana de Soledad.
- El lápiz sobre la mesa.
- La goma bajo el escritorio.
La aposición: es un sustantivo o construcción con núcleo
sustantivo
______S________ ____P____
Mi primo, Rafael, llegó ayer
n n aposición
Construcción comparativa por lo general se construye con el nexo como
_________S________________ ______P___
Su cara redonda como una luna es
bella.
md n md construcción
comparativa
Cuadro de la estructura del sujeto:
Funciones
núcleo
|
sustantivo
|
modificador directo
|
adjetivo - artículo
|
modificador indirecto
|
preposición + término
sust.
|
aposición
|
sustantivo o
construcción sustantiva
|
construcción
comparativa
|
construcción con el
nexo como
|
Clases de sujeto:
Sujeto expreso
____________S.E.S________ ____P_______
Los siete días de vacaciones pasarán rápido.
m.d md n m.i
Sujeto tácito
__P_________
Pasarán
rápido (Se ha omitido el
sujeto)
Sujetos simple y compuesto
______P_______ _______S.E.S___________
Pasarán rápido los siete días de
vacaciones. (Sólo hay un núcleo en el
sujeto)
N
____P_______ ______S.E.C______________
Pasarán rápido los días y los meses de
espera. (El sujeto compuesto posee
dos o
n
n más
núcleos)
El objeto directo
_______S.E.S_ ________P.V.S____
Los tíos de Luis compró las entradas.
od
- Puede ser reemplazado por lo - la - los - las.
El tío de Luis las
compró.
od
2. La oración en voz activa puede ser llevada a
voz pasiva
__S.E.S____ ____________P.V.S_____________
Las entradas fueron compradas por el
tío de Luis
f.v.p. Complemento agente
El objeto directo se
reconoce porque se convierte en sujeto de la voz pasiva y es reemplazado en voz
activa por las formas pronominales:
lo - la - los - las.
Si es persona puede
reemplazarse por me – te - se
EL objeto indirecto: está encabezado por preposición “a” o “para”
El objeto indirecto al
pasar la oración de voz activa a la voz pasiva no cambia y es reemplazable por le
- les.
El tío compró las
entradas para Luis
Las entradas fueron compradas por el tío para
Luis
El tío le compró las entradas
El tío se las compró. (Aquí se reemplazó el O.D. y el O.I.
El circunstancial
La abuela tejió ayer
una bufanda para Matías
Ayer es un circunstancial.
Tiempo
¿Cuándo?
|
Llegaré mañana
|
Lugar
¿Dónde?
|
Aquí tienes tu carpeta
|
Modo
¿Cómo?
|
Carlos camina tranquilamente
|
Duda
Quizás,
tal vez.
|
Quizá lo vea
|
Cantidad
¿Cuánto?
|
Quiero más chocolates
|
Compañía
¿Con quién?
|
Iré con Ramiro
|
De fin
¿Para qué?
|
Trabajo para vivir
|
Causa
¿Por qué?
|
Iré porque me gusta
|
Afirmación -Negación
seguramente,nunca,jamás,si,no
|
Seguramente él vendrá
Jamás volveré a ese lugar.
|
Medio o Instrumento
¿Con qué?
|
Lo golpeó con el
martillo
|
LENGUA Y LITERATURA: 2º ciclo
Alumno:
Fecha:
Profesora: Oflaherti, Rosana,
Leer
el siguiente texto
Microrrelato
de Marco Denevi:
Cuento
policial
Rumbo
a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por
delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer
jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos clientes
que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que
guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la
platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se
introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a
gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido
robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al
autor del crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo
detuvo. Azorado por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se
enteraría de que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que
el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era
su amante y que esa noche la visitaría.
A)- Resuelve los siguientes puntos:
1)- Investiga sobre
la biografía de Marco Denevi
2)- Extrae las oraciones
del cuento donde se demuestre a qué género pertenece el mismo.
3)- Marca los conectores
que hay en el relato
4)- Cuál es la
diferencia entre el policial cásico y el policial negro. Nombre ejemplos de los
mismos.
B)
-Ahora... a escribir.
Tomando en cuenta el texto leído y su
formato, inventa un relato policial corto (solo una carilla o carilla y media
de una hoja de cuaderno)
El
relato policial, es el relato de la resolución de un enigma ¿quién cometió el
delito? Para ello, el investigador debe identificar y descifrar una serie de
indicios, huellas o pistas que lo conduzcan a descifrar la verdad.
Imagine un delito, una víctima, un
delincuente, una causa, un método de ejecución, un investigador, un método de
investigación.
EL
tipo de relato policial puede tener las características de alguno que hayamos
visto: Policial negro: la historia del delito.
Policial
clásico: la historia de la investigación que irá
revelando la historia del delito. (Relee los textos vistos).
Tu relato debe incluir:
El retrato de
alguno de los personajes (físicos y psico-emotivo)
La descripción
de por lo menos uno de los lugares en que se desarrolla la historia
Elija por lo menos
dos de estas frases para incluirlas en el relato
·
“Por la puerta de aquella casa había entrado
a la desgracia”
·
“El desasosiego lo ganaba. Esperaba las
preguntas. Se reservaría algunas respuestas, las más importantes”
·
“El conocimiento de su llegada no era obra
del azar”
·
“Un día de felicidad es la salvación eterna,
la gente muere ignorando la felicidad. No dejaría perder ese día”
·
“Sabía el alto precio que debería pagar por
lo que él llamaba su privilegio”
·
“Llegó al lugar sin cruzarse con nadie. No
hizo falta escándalo alguno para hacer su trabajo, pero se había demorado. No
podía marcharse mientras fuera de día”
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